El juguete devuelto
Había una vez, en la hermosa ciudad de Pamplona, un par de hermanos llamados María y Juan. Se acercaban las Navidades y la emoción se sentía en el aire.
Todos los habitantes estaban ocupados decorando sus casas y preparándose para celebrar. María y Juan vivían con su abuela Rosa, quien era muy cariñosa pero también bastante estricta. Su abuela les había enseñado desde pequeños que lo más importante en la vida era ser honesto y respetuoso.
Los niños siempre trataban de seguir sus enseñanzas, aunque a veces la tentación podía ser fuerte.
Un día, mientras paseaban por el centro de la ciudad admirando las luces navideñas, María vio algo que le llamó mucho la atención: una tienda llena de juguetes maravillosos. Sus ojos brillaron al ver un hermoso muñeco que parecía estar esperándola. - ¡Juan! Mira ese muñeco tan bonito -exclamó María emocionada-.
¿No te parece increíble? Juan miró detenidamente el muñeco y asintió con entusiasmo. - Sí, es genial. Pero recuerda lo que nos dijo abuela Rosa: "Nunca debemos tomar algo que no sea nuestro".
María sabía que tenía razón, pero no pudo evitar sentir una gran tentación por llevarse aquel muñeco a casa. La idea rondaba constantemente su mente hasta que finalmente decidió hacerlo sin pensar en las consecuencias. Esa noche, cuando todos dormían plácidamente, María se levantó sigilosamente de su cama y se dirigió a la tienda.
Con mucho cuidado, tomó el muñeco y lo guardó en su mochila. Al día siguiente, María se dio cuenta de que había cometido un grave error.
Sentía una gran culpa en su corazón y no podía disfrutar de las fiestas navideñas como solía hacerlo. No soportaba la idea de haber desobedecido los valores que su abuela les había inculcado. Decidió contarle a Juan lo que había hecho y juntos buscaron una forma de enmendar su error.
Fueron directamente a la tienda y se encontraron con el dueño, quien estaba muy preocupado por el robo. - Señor -dijo María tímidamente-, fui yo quien tomó este muñeco sin pagar. Estoy muy arrepentida y quiero devolvérselo.
El dueño quedó sorprendido por la honestidad de los niños y decidió perdonarles. Les explicó que robar era algo malo, pero valoraba mucho su valentía para admitirlo y corregirlo.
María aprendió una lección muy importante aquel día: nunca debemos dejarnos llevar por la tentación y siempre debemos actuar con honestidad, incluso si eso significa enfrentar las consecuencias de nuestros errores. Desde ese momento, María se convirtió en una niña más responsable y respetuosa.
Agradeció a su abuela Rosa por enseñarle los valores correctos y prometió seguirlos para siempre. Así fue como aquellas Navidades en Pamplona se convirtieron en un recordatorio para María sobre la importancia de ser honesta consigo misma y con los demás.
Y cada vez que veía aquel muñeco en la tienda, recordaba la lección aprendida y sonreía sabiendo que había hecho lo correcto.
FIN.