El Juguete Perdido de JuanJosé



En un hermoso barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado JuanJosé. Tenía una gran colección de juguetes que guardaba celosamente en su habitación. Algunos de ellos eran robots que bailaban, otros eran pelotas de colores y hasta tenía un dinosaurio de peluche que siempre lo acompañaba.

Sin embargo, JuanJosé tenía un pequeño problema: no le gustaba que nadie tocara sus juguetes. Cuando un compañero de la escuela se acercaba demasiado a su colección, JuanJosé se ponía muy molesto. ¡Era como si un volcán estuviera a punto de hacer erupción!

Una tarde, en el parque, JuanJosé estaba jugando con su dinosaurio de peluche, cuando llegó su amigo Mateo. Mateo, con su sonrisa amplia y ojos curiosos, se acercó.

"Hola, JuanJosé, ¿puedo jugar con tu dinosaurio? Se ve muy divertido!" - pidió Mateo, mientras señalaba al dinosaurio.

Los ojos de JuanJosé se abrieron como platos.

"¡No! ¡Es mío!" - gritó, mientras miraba con enojo a Mateo. "No me gusta que toquen mis cosas, ¡así que mejor andate!"

Mateo, sorprendido, dio un paso atrás.

"Pero, JuanJosé, podríamos jugar juntos. ¡Sería mucho más divertido!" - dijo con voz suave.

JuanJosé, en lugar de escuchar a su amigo, comenzó a dar vueltas como un tornado.

"¡No! ¡Siempre me pasa lo mismo! Solo quiero jugar solo. ¡Quiero que se queden lejos de mis juguetes!"

Mateo, un poco triste, se sentó en un banco y empezó a jugar con una pelota que había llevado.

Después de un rato, JuanJosé se dio cuenta de que el parque se sentía diferente.

"Sin Mateo, está aburrido..." - murmuró para sí mismo, mirando cómo su amigo se reía con otros niños que jugaban a la pelota.

En ese momento, apareció una niña llamada Sofía, que estaba observando la escena.

"JuanJosé, ¿por qué no lo dejas jugar? Mirá lo divertido que se ve..." - sugirió Sofía, sonriendo.

Luego, Sofía miró hacia donde estaban Mateo y los otros niños.

"Cuando compartimos, jugamos juntos y hacemos nuevos amigos. A veces los juguetes se dividen, ¡pero las risas se multiplican!"

Sus palabras hicieron que JuanJosé se sintiera un poco confundido. Aquel día, no solo había perdido la oportunidad de jugar con Mateo, sino que también sentía que había dejado de lado una gran aventura.

- “Quizás... tal vez... podría intentarlo…” - pensó JuanJosé, aún reticente, pero con un deseo de ser parte de la diversión.

Con un profundo suspiro, se armó de valor y decidió acercarse a Mateo.

"Hola, Mateo. Perdoname por antes. ¿Te gustaría jugar con el dinosaurio?"

Mateo, con los ojos brillantes de alegría, respondió rápidamente.

"¡Sí! ¡Me encantaría!" - y en un abrir y cerrar de ojos, los dos amigos comenzaron a crear historias increíbles juntos, donde el dinosaurio era el héroe que salvaba la ciudad de unos monstruos de papel.

La tarde pasó volando entre risas y juegos. Al final, JuanJosé se dio cuenta de que compartir era mucho más divertido que jugar solo. Cuando sus nuevos amigos se acercaron para ver el dinosaurio, ya no sintió que lo invadieran, sino que lo presentaba con orgullo.

"Miren, este es mi dinosaurio y se llama Dino. ¡Vamos a jugar todos juntos!" - exclamó.

Y así, en el parque, JuanJosé aprendió que los juguetes son más divertidos cuando se comparten y que hacer amigos es el mejor juguete que uno puede tener. Desde ese día en adelante, el juego de JuanJosé fue mucho más divertido, porque cada día se llenaba de nuevas historias, risas y, sobre todo, amistad.

Con el tiempo, JuanJosé se convirtió en el rey del parque, pero no solo porque tenía los mejores juguetes, sino porque siempre estaba dispuesto a compartir su alegría.

Y así, vivió muchas aventuras, rodeado de nuevos amigos, todos felices jugando junto a sus juguetes, cada uno aportando su magia y creatividad a la diversión.

Fin.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!