El kiosco de los sueños



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, un joven llamado Juanito. Tenía 16 años y le encantaba pasear por las calles del vecindario. Siempre iba al kiosco de la esquina para comprar golosinas y revistas.

En ese kiosco trabajaba Doña Rosa, una mujer amable y cariñosa de 48 años. Ella siempre tenía una sonrisa en su rostro y trataba a todos sus clientes con amor y respeto.

Desde el primer día que Juanito la conoció, se sintió atraído por su dulzura. Un día, mientras Juanito compraba sus golosinas favoritas, Doña Rosa notó que él parecía preocupado. "¿Qué te pasa, Juanito? Pareces estar triste", preguntó ella amablemente.

Juanito bajó la cabeza y respondió: "Mis padres están muy ocupados con el trabajo y no tengo a nadie con quien hablar". Doña Rosa lo miró comprensivamente y le dijo: "No te preocupes, aquí siempre estoy yo para escucharte si necesitas hablar".

Desde ese momento, Juanito comenzó a visitar el kiosco más seguido. No solo iba a comprar golosinas, sino también para charlar con Doña Rosa sobre sus inquietudes e ideas. Ella lo escuchaba atentamente y le brindaba consejos sabios.

Con el tiempo, Juanito descubrió que Doña Rosa tenía muchos conocimientos sobre historia y geografía. Le contaba historias interesantes sobre diferentes países del mundo e incluso le mostraba fotos de lugares hermosos que había visitado en su juventud.

Juanito empezó a soñar con viajar y explorar el mundo. Doña Rosa se convirtió en su inspiración para seguir aprendiendo y nunca rendirse. Un día, mientras Juanito estaba en el kiosco, llegó un cliente muy apurado.

Olvidó su billetera en casa y no podía pagar lo que había comprado. Parecía estar angustiado y preocupado. Doña Rosa miró a Juanito y le dijo: "Juanito, ¿puedes ayudarme? Necesito que te quedes aquí a cargo del kiosco mientras salgo a buscar al cliente".

Juanito asintió nervioso pero emocionado por la oportunidad de ayudar. Doña Rosa le explicó cómo manejar las ventas y cómo atender a los clientes.

Mientras ella estaba fuera buscando al cliente, Juanito se sintió un poco abrumado por la responsabilidad, pero recordó todo lo que había aprendido de Doña Rosa. Respiró hondo y comenzó a atender a los clientes con una sonrisa en su rostro.

Cuando regresó Doña Rosa, encontró al kiosco en perfecto orden y a Juanito manejando todo con gran habilidad. Estaba impresionada por su madurez y determinación. "¡Juanito! No puedo creer lo bien que te desenvolviste", exclamó ella emocionada. Desde ese día, Juanito siguió ayudando ocasionalmente en el kiosco cuando Doña Rosa necesitaba ausentarse.

Esta experiencia le enseñó mucho sobre responsabilidad y trabajo en equipo. Con el tiempo, Juanito cumplió 18 años y decidió estudiar turismo para cumplir su sueño de viajar por el mundo.

Siempre recordaría las palabras de sabiduría y el cariño de Doña Rosa. Doña Rosa, por su parte, siguió siendo una figura importante en la vida de Juanito.

Siempre lo animaba a seguir sus sueños y le recordaba que el conocimiento y la amabilidad son las claves para alcanzar cualquier meta. Y así, gracias a su relación especial con la kiosquera del barrio, Juanito aprendió importantes lecciones sobre el valor de la amistad, el respeto y la importancia de nunca rendirse en busca de los sueños.

FIN.

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