El Labador y la Víbora



Una mañana fría de invierno, un labrador llamado Pedro caminaba por el campo. El viento helado soplaba, y Pedro se abría paso entre la nieve. De repente, escuchó un leve susurro entre las hojas.

"Ayuda, por favor..." - clamó una voz tenue.

Pedro se detuvo y miró a su alrededor, hasta que encontró a una víbora que yacía en el suelo, temblando de frío.

"¿Qué te pasó, pequeña víbora?" - preguntó Pedro, acercándose lentamente.

"Me congelé, y no puedo moverme. ¿No me ayudarás?" - dijo la víbora, con un hilo de voz.

Pedro, a pesar de que había oído historias sobre las víboras, sintió compasión por ella. Sin pensarlo dos veces, la tomó en sus manos y la acercó a su pecho, dándole calor.

Con el calor del labrador, la víbora comenzó a moverse, sintiéndose renacer. Pero, al recuperar sus fuerzas, en lugar de mostrar gratitud,

la víbora rápidamente se dio vuelta y mordió a Pedro en el pecho.

"¡Ay!" - gritó Pedro, sintiendo el ardor de la mordida. "¿Por qué has hecho esto? Te salvé la vida!"

La víbora se detuvo y, por un momento, pareció confundida.

"¿Por qué me has salvado?" - preguntó, perpleja. "¿No dijiste que te iba a morder?"

"Lo hice porque te sentías mal" - respondió Pedro, con dificultades para hablar. "No importa qué tipo de criatura seas, cada vida es valiosa."

La víbora, comprendiendo las palabras del labrador, sintió remordimiento.

"Lo siento, Pedro. No sabía lo que estaba haciendo. Ahora tengo que encontrar una manera de ayudarte."

"No sé si hay tiempo..." - dijo Pedro, presionando la herida. "Debo llegar a casa pronto. La nieve está cubriendo el camino."

Sin perder tiempo, la víbora se deslizó rápidamente hacia la cabaña de Pedro. Por el camino, se encontró con unas aves que volaban al abrigo de una rama baja.

"Aves, por favor, ayuden a Pedro. Él me dio su calor y me salvó, pero ahora necesita ayuda" - les suplicó la víbora.

Las aves, conmovidas por la historia, decidieron hacer un plan. Volaron rápidamente hacia la cabaña y empezaron a piar de manera insistente.

"¡Pedro, abre!" - gritaban las aves. "¡Estamos aquí para ayudarte!"

Pedro, aunque débil, escuchó a las aves y logró abrir la puerta. Al verlas, recordó lo que había hecho por la víbora.

"Gracias, amigos, pero estoy muy cansado" - dijo Pedro, tambaleándose hacia atrás.

La víbora, viendo que no podía esperar más, movió su cuerpo para tocar a Pedro en la herida que le hizo, y de repente, un brillo verde comenzó a salir de su cola. Con un guiño mágico, la víbora utilizó su poder curativo.

"Esto te ayudará, sólo confía en mí."

A medida que el brillo la envolvía, Pedro sintió que el ardor de la mordida disminuía, y poco a poco, recuperó fuerzas.

"¡Me siento mejor! ¿Cómo es posible?" - preguntó sorprendido.

"A veces, el camino de la amistad puede ser inesperado. Yo también aprendí que en la bondad no importa lo que seamos, sino que siempre hay una oportunidad para cambiar" - respondió la víbora, sintiéndose aliviada.

Desde ese día, Pedro y la víbora se hicieron grandes amigos. Ellos recorrieron juntos el campo, enseñando a otros sobre la importancia de ayudar a los demás sin importar la apariencia o la historia que uno tenga.

Y así, aprendieron el valor de la amistad, la redención y la bondad, convirtiendo un frío invierno en un calido recuerdo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!