El laberinto del tomate



Había una vez una niña llamada Renata, a quien le encantaba comer tomates. No había nada que disfrutara más que morder su jugosa y roja pulpa. Sin embargo, un día algo inesperado sucedió.

Renata fue al supermercado con su mamá, emocionada por ayudarla a hacer las compras. Al llegar al pasillo de las frutas y verduras, sus ojos se iluminaron al ver los deliciosos tomates apilados en una pirámide perfecta.

Sin poder resistirse, Renata agarró un tomate y lo devoró rápidamente. Pero justo cuando estaba a punto de tomar otro, escuchó un ruido extraño detrás de ella. Se dio la vuelta para ver qué era y ¡sorpresa! , el pasillo entero desapareció.

Ahora se encontraba en medio de un laberinto lleno de estantes altos repletos de productos. Renata comenzó a caminar entre los estantes tratando de encontrar la salida, pero todo lucía igual: latas, cajas y paquetes por todas partes.

De repente, escuchó una voz proveniente del estante donde antes estaban los tomates. "¿Estás perdida?"- preguntó la voz misteriosa. Renata miró hacia arriba y vio un pequeño ratoncito asomándose entre las cajas de cereales. "Sí", respondió Renata con tristeza-.

"Comí un tomate y ahora no puedo encontrar mi camino". El ratoncito sonrió amablemente y dijo: "No te preocupes, yo te ayudaré a salir del laberinto". El ratón llevó a Renata por un camino lleno de aventuras.

Pasaron por pasillos estrechos y oscuros, subieron montañas de latas y saltaron sobre charcos de líquidos pegajosos. Pero a pesar de todos los obstáculos, Renata nunca perdió la esperanza.

Después de mucho caminar, finalmente llegaron a un pasillo que parecía diferente al resto. Había una luz brillante al final y se escuchaban risas y música. "¡Hemos encontrado la salida!", exclamó el ratón emocionado. Renata corrió hacia la luz con una sonrisa en su rostro.

Cuando salió del laberinto, vio a su mamá esperándola con los brazos abiertos. "¡Renatita! ¡Estaba preocupada! ¿Dónde te habías metido?", dijo su mamá aliviada mientras la abrazaba fuertemente. "Me perdí después de comer un tomate", explicó Renata-.

"Pero este valiente ratoncito me ayudó a encontrar el camino". La mamá miró asombrada al pequeño ratón que estaba parado junto a Renata y le dio las gracias con una sonrisa.

Desde ese día, Renata aprendió una lección importante: no importa cuán difíciles sean las situaciones en las que nos encontramos, siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos si mantenemos la fe y no perdemos la esperanza.

Y así fue como Renata dejó atrás su aventura en el supermercado para seguir disfrutando de sus amados tomates sin perderse nunca más.

FIN.

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