El laberinto mágico



Era un hermoso día soleado en la ciudad de Buenos Aires. María Luz y Ariadna, dos amigas inseparables, estaban muy emocionadas porque iban a visitar la nueva plaza del barrio.

- ¡Qué emoción! - exclamó María Luz saltando de alegría-. Por fin podremos jugar en un lugar nuevo y divertido. - Sí, estoy ansiosa por descubrir qué juegos y aventuras nos esperan allí - respondió Ariadna con una sonrisa en su rostro.

Llegaron a la plaza y quedaron maravilladas al ver todas las atracciones que había. Había columpios, toboganes, una cancha de fútbol y hasta un laberinto lleno de sorpresas. - ¡Vamos directo al laberinto! - propuso María Luz entusiasmada.

Las dos niñas se adentraron en el laberinto sin imaginar lo que les esperaba dentro. Mientras caminaban entre los pasillos misteriosos, escucharon unos ruidos extraños. - ¿Escuchaste eso? - preguntó Ariadna preocupada mientras se aferraba al brazo de su amiga.

- No te preocupes, seguro es solo el viento jugando con las hojas - intentó tranquilizarla María Luz aunque también sentía cierto temor. De repente, apareció frente a ellas un simpático duende llamado Lucas.

Tenía una gran sonrisa en su rostro y les dijo:- ¡Hola chicas! Soy Lucas, el guardián del laberinto. Vine a ayudarlas a encontrar la salida antes de que se haga de noche. María Luz y Ariadna se miraron asombradas y luego sonrieron aliviadas.

- ¡Gracias, Lucas! Estábamos un poco perdidas y asustadas. ¿Nos puedes guiar? - Claro que sí, pero primero tendrán que superar algunos desafíos - respondió el duende con una mirada traviesa. Los tres amigos comenzaron a recorrer el laberinto resolviendo acertijos y pasando por obstáculos divertidos.

Cada vez que superaban un desafío, se les mostraba una pista para llegar a la salida. Después de mucho esfuerzo y trabajo en equipo, finalmente encontraron la salida del laberinto.

María Luz y Ariadna se abrazaron emocionadas mientras Lucas los felicitaba por su valentía y astucia. - ¡Lo logramos! - exclamó María Luz llena de alegría-. Gracias, Lucas, sin tu ayuda no hubiéramos podido hacerlo. - No hay de qué, chicas.

Ustedes demostraron ser muy inteligentes y valientes. Me alegra haberlas conocido - respondió el duende despidiéndose con una reverencia. María Luz y Ariadna salieron del laberinto sintiéndose orgullosas de sí mismas.

Se dieron cuenta de lo importante que era confiar en sus habilidades y trabajar juntas para superar cualquier desafío que se les presentara. Desde ese día, las dos amigas siguieron visitando la plaza nueva regularmente.

Aprendieron que cada juego era una oportunidad para aprender algo nuevo o enfrentarse a un reto divertido. Y así fue como María Luz y Ariadna descubrieron la magia de jugar juntas y nunca más dejaron de hacerlo. Fin.

FIN.

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