El laboratorio de sueños
Era un viernes soleado en el Colegio San Pedro, y los alumnos se preparaban para la clase de computación. Sergio, un chico soñador con una gran pasión por la informática, esperó ansioso la llegada de su maestra, la profesora Elena. Siempre había algo especial en esas clases, y hoy no sería la excepción.
"¡Buenos días, chicos!" saludó la profe Elena con una sonrisa. "Hoy vamos a aprender a programar un dibujo animado. ¿Quién quiere participar?"
Juan, su compañero, levantó la mano rápidamente.
"Yo quiero, profe! Siempre he querido hacer que un dibujo se mueva como en la televisión."
Sergio también levantó la mano, aunque un poco más tímido.
"Yo tengo una idea para un personaje. Pero... no sé si va a funcionar."
"No te preocupes, Sergio. ¡Todo es posible con un poco de imaginación y esfuerzo!" le animó la profe.
La clase comenzó, y mientras todos trabajaban en sus dibujos, Sergio tenía un problema. Quería que su personaje, un pequeño dragón llamado Draky, volara y respirara fuego. Pero no sabía cómo programarlo.
"Me encantaría que Draky pudiera salir de la pantalla y volar sobre el aula!" dijo.Sergio frustrado.
Juan le miró con entusiasmo.
"¡Eso sería increíble, Sergio! Pero primero necesitamos hacer que Draky se mueva. Podemos usar el bloque de comandos de movimiento y luego crear una animación. ¿Te animás a intentarlo juntos?"
Sergio dudó un momento.
"¿Juntos? Pero yo no soy tan bueno como vos."
"No importa. Juntos podemos aprender. ¡Vamos a hacerlo!"
Así, entre risas y cálculos, comenzaron a trabajar. Como la computadora tenía una función de “prueba”, podían ver cómo quedaba el resultado en tiempo real. Mientras Juan se encargaba de programar el movimiento, Sergio lo ayudaba con las ideas.
"¿Y si le agregamos un fondo de montaña, donde Draky pueda volar?" sugirió Sergio.
"¡Sí! Y también podemos hacer que recoja estrellas mientras vuela. ¡Eso hará que el dibujo sea más divertido!" añadió Juan.
La hora pasó volando. Cuando finalmente lograron hacer que Draky volara en la pantalla, ambos gritaron de alegría.
"¡Lo hicimos! ¡Mirá cómo vuela, se siente tan real!"
Pero justo cuando pensaban que todo había salido perfecto, la computadora se congeló.
"No, no, no. ¡No puede ser!" exclamó Juan. "Todo nuestro trabajo..."
Sergio sintió que se le caían los ánimos.
"No sé si podremos arreglarlo, Juan. Estoy tan triste."
"Calmate, Sergio. Vamos a intentar reiniciar la computadora. Si logramos salvar el proyecto, podemos seguir trabajando en él. ¡No te rindas!" le dijo Juan con firmeza.
Así lo hicieron. Con un poco de paciencia y trabajo en equipo, lograron reiniciar la computadora y, para su sorpresa, el proyecto había sido guardado.
"¡Oh, lo logramos! ¡Está todo ahí!" gritó Sergio, emocionado.
La profe Elena se acercó, escuchando los gritos de alegría.
"¿Qué sucede, chicos?" les preguntó.
"¡Mire, profe! Draky vuela y recoge estrellas!" respondieron los dos al unísono.
"¡Espectacular! Me encanta ver cómo combinan sus ideas y trabajan en equipo. Recuerden que los errores son parte del aprendizaje. Siempre podemos arreglar lo que se rompe."
Al final, no solo lograron crear a Draky, sino que también aprendieron el valor de la colaboración y la perseverancia.
"Gracias, Juan. No sé qué hubiese hecho sin tu ayuda." dijo Sergio.
"¡Y yo no lo hubiera logrado sin vos! Esto me ha enseñado que siempre hay valor en compartir ideas."
A partir de ese viernes, el laboratorio de computación se convirtió en el lugar donde nacían sueños, llenos de creatividad, y donde, juntos, lograron hacer cosas increíbles. Con Draky como su compañero, siguieron explorando el infinito mundo de la informática.
Y así, en el Colegio San Pedro, Sergio y Juan aprendieron no solo a programar, sino también a ser verdaderos amigos.
FIN.