El laboratorio mágico de Don Ramón



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un profesor llamado Don Ramón. Era un hombre fornido, con una barba espesa que le daba un aspecto imponente.

Aunque su apariencia podía asustar a algunos, en realidad era el profesor más amable y divertido que jamás hubieran conocido. Don Ramón enseñaba química en la escuela del pueblo.

Sus clases eran diferentes a las demás, ya que siempre realizaba experimentos emocionantes para hacer que sus alumnos aprendieran de forma divertida. Los chicos esperaban ansiosos cada clase de Don Ramón. Un día, Don Ramón decidió sorprender a sus estudiantes con un experimento especial.

Les había hablado sobre la reacción química entre el bicarbonato de sodio y el vinagre, y ahora quería mostrarles cómo funcionaba en persona. La sala estaba llena de emoción cuando los niños vieron a su profesor entrar con una caja llena de globos y botellas de vinagre.

Don Ramón sonrió mientras explicaba: "Hoy vamos a hacer explotar estos globos utilizando la reacción química entre el bicarbonato de sodio y el vinagre". Los ojos de los alumnos se iluminaron mientras seguían atentamente las instrucciones del profesor.

Cada uno recibió su propio globo y una cucharadita de bicarbonato de sodio. "Ahora -dijo Don Ramón-, viertan lentamente el vinagre dentro del globo y luego coloquen rápidamente el bicarbonato. "Uno por uno, los niños comenzaron a llenar sus globos con vinagre y agregarle el bicarbonato.

Y, como por arte de magia, los globos comenzaron a inflarse y explotar. Los niños estaban emocionados y no podían contener sus risas y aplausos.

Don Ramón les explicó la reacción química que había sucedido y cómo el gas producido por ella era lo que había inflado los globos. Desde ese día, las clases de Don Ramón se volvieron aún más populares entre los alumnos del pueblo. Todos querían aprender química con él y realizar experimentos emocionantes.

Un día, mientras preparaba una clase especial sobre elementos químicos, Don Ramón recibió una noticia triste: debía abandonar la escuela porque iba a trabajar en un laboratorio importante en la ciudad grande.

Cuando sus alumnos se enteraron de esto, se sintieron muy tristes. No querían perder a su profesor favorito. Decidieron hacerle una despedida sorpresa para mostrarle cuánto lo apreciaban.

El último día de clases llegó y todos los chicos trajeron regalos para Don Ramón: dibujos, cartas de agradecimiento y hasta un álbum lleno de fotos juntos durante las clases. Don Ramón estaba abrumado por tanto amor y gratitud.

Se dio cuenta de cuánto había impactado en la vida de sus estudiantes y decidió hacer algo especial para ellos también. "Mis queridos alumnos -dijo emocionado-, quiero que recuerden siempre nuestra experiencia juntos. Por eso he decidido donar parte del dinero que gané trabajando en el laboratorio para crear un pequeño laboratorio aquí mismo, en esta escuela".

Los niños saltaron de alegría ante esa noticia inesperada. Sabían que, gracias a Don Ramón, podrían seguir explorando el maravilloso mundo de la química y realizando experimentos increíbles.

Don Ramón se quedó en la escuela durante muchos años más, enseñando y compartiendo su pasión por la ciencia con generaciones de alumnos. Y cada vez que un niño veía una barba fornida, recordaba con cariño al profesor que les había mostrado lo emocionante y divertido que podía ser aprender química.

FIN.

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