El ladrón de mocos ético


Había una vez en la ciudad de Buenos Aires un ladrón muy peculiar llamado Esculati. Este no robaba dinero ni joyas, sino que se dedicaba a robar los mocos pegajosos de las personas.

Todas las mañanas, Esculati salía a recorrer las calles en busca de su preciado botín. Se escondía detrás de árboles y esperaba pacientemente a que alguien estornudara para acercarse sigilosamente y robarle los mocos con una pequeña cucharita.

Un día, mientras estaba realizando su —"trabajo" , fue descubierto por un niño llamado Tomás.

Este lo vio robando los mocos de su mamá y le preguntó:- ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué le estás sacando los mocos a mi mamá? Esculati, sorprendido por la presencia del niño, intentó explicarle:- Verás, yo necesito esos mocos para hacer experimentos científicos importantes. Es algo muy valioso para mí. Pero Tomás no se convenció con esa respuesta y decidió seguirlo para ver qué hacía con ellos.

Así comenzó una aventura emocionante en la que Tomás seguía a Esculati por toda la ciudad tratando de descubrir sus verdaderas intenciones.

En el camino conocieron gente interesante como un científico loco que trabajaba con mocos o una abuela sabia que les dio consejos valiosos. Pero lo más importante fue que Tomás logró cambiar la forma de pensar de Esculati al demostrarle que robar era malo y que podía usar su inteligencia para hacer cosas buenas.

Juntos, decidieron crear un laboratorio donde pudieran estudiar los mocos de manera ética y descubrir nuevas formas de ayudar a las personas que sufren de resfriados.

Y así fue como Esculati el ladrón de los mocos pegajosos se convirtió en Esculati el científico, gracias al ingenio y valentía de Tomás. Una historia que nos enseña que siempre es posible cambiar para mejor y hacer el bien en el mundo.

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