El ladrón que encontró su camino
Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires. Matías, un niño de diez años, decidió ir a la plaza a jugar con sus amigos. Sus padres, preocupados por cualquier aventura peligrosa, le recordaron que volviera a casa antes del anochecer.
"Matías, ¡cuidado! No te alejes demasiado y no hables con extraños!" - le dijo su mamá mientras lo abrazaba.
"¡Sí, mamá!" - respondió Matías con una sonrisa, prometiendo ser cuidadoso.
Mientras Matías disfrutaba en la plaza, un ladrón llamado Rocco lo observaba desde lejos. Rocco era un hombre que había tomado malas decisiones en la vida. Al ver a Matías, un plan se formó en su cabeza. "Si me acerco a ese chico y lo asusto, podré robar su mochila y llevarme algo de valor", pensó.
A medida que pasaban los minutos, Matías, distraído jugando con sus amigos, se alejó. Sin darse cuenta, se había perdido entre los árboles y las personas de la plaza. Cuando miró a su alrededor y no reconoció a nadie, sintió un pequeño nudo en su estómago.
"¿Dónde están todos?" - se preguntó, empezando a caminar en círculos. Justo en ese momento, Rocco se acercó, tratando de no llamar mucho la atención.
"Hola, pequeño, ¿te gustaría ver algo interesante?" - dijo Rocco, intentando sonar amistoso.
Matías lo miró, sintiéndose un poco inseguro. "No, gracias. Estoy buscando a mis amigos."
Rocco se frustró, pero no quería darse por vencido tan fácil. "¿Y si te doy un regalo? Unos caramelos. Estoy seguro de que te van a encantar." - insistió, mostrando algunos dulces en su mano.
Matías, aunque tentado, había recordado las advertencias de sus padres. "No, gracias. No quiero caramelos de desconocidos. Estoy bien." - dijo con firmeza.
Esto sorprendió a Rocco, quien no se esperaba tanta valentía de un niño. En ese instante, el ladrón empezaba a sentir un levísimo cambio en su corazón. Decidió alejarse un poco y observar al niño desde la distancia.
Matías, por su parte, presente en su angustia, decidió que tenía que buscar ayuda. Empezó a gritar su nombre, "¡Mamá! ¡Papá!" - su voz resonaba, pero nadie parecía escucharle. Sin embargo, Rocco, al ver el desespero del niño, sintió que algo dentro de él se movía.
"Él parece de verdad asustado…" - pensó Rocco. En lugar de irse, se acercó nuevamente. "Está bien, pequeño. Te ayudaré a encontrar a tus padres. Pero tienes que prometeme que no me gritarás ni me asustarás." - le dijo, casi rogando.
Matías lo miró, todavía dudoso, pero al mismo tiempo aliviado por la oferta. "De acuerdo, pero quiero caminar junto a ti, lejos de la calle." - propuso, mientras se acercaba un poco.
Juntos caminaron por la plaza, hablando y observando. Rocco le fue preguntando cosas, "¿Qué te gusta hacer?" - y Matías, ganó confianza y empezó a hablar de sus juegos y sueños.
"Quiero ser un inventor cuando sea grande. Hacer robots que ayuden a las personas." - dijo Matías.
"Eso suena genial, chico. Tal vez alguna vez pueda ayudarte con eso." - comentó Rocco, sintiéndose cada vez más unido a ese niño.
Después de unos minutos, llegaron a un grupo de adultos donde Matías vio a su madre.
"¡Mamá!" - gritó, corriendo hacia ella. Al llegar, su madre lo abrazó fuertemente, llena de alivio. "¡Matías! No sabes cómo te estuve buscando. ¡Te llamé mil veces!" - comentó, con lágrimas en los ojos.
Rocco se quedó un poco atrás, observando la escena. Se dio cuenta de que, de alguna manera, había hecho lo correcto ayudando a ese niño.
Matías, al notar la presencia de Rocco, se volvió hacia él. "Gracias por ayudarme a encontrar a mis padres. Eres un buen tipo, aunque parezcas un ladrón." - dijo, inocentemente.
Rocco sonrió, y por primera vez en su vida, se sintió orgulloso. "Quizás pueda cambiar y ser alguien mejor, gracias a un niño valiente como vos." - murmuró.
Tras esa experiencia, Rocco decidió cambiar su vida. Comenzó a ayudar a otros, y con el tiempo, se volvió un referente en su comunidad. Desde entonces, cada vez que Matías veía a Rocco, él le saludaba con una gran sonrisa, recordando que a veces, un simple encuentro puede cambiar todo.
"¡Nos vemos pronto, inventor!" - le decía Rocco cada vez que se encontraban.
Y así, en esa ciudad bulliciosa, tanto Matías como Rocco encontraron su camino, recordando que siempre se puede elegir hacer el bien, no importa cuán perdidos estemos.
FIN.