El Lago de los Susurros



Era una noche fría de invierno. El viento soplaba suave por el bosque y la luna brillaba tenuemente entre las ramas desnudas. Un niño llamado Lucas había salido a explorar, pero pronto se dio cuenta de que había perdido el rumbo y se encontraba completamente solo.

Mientras caminaba, temeroso, vio una sombra moverse entre los árboles. "¿Quién está ahí?" preguntó, con un hilo de voz. De repente, un payaso de rostro cubierto y vestido de negro apareció ante él.

"No temas, pequeño. Soy un amigo", dijo el payaso, esbozando una sonrisa que no convencía a Lucas.

El niño dudó por un momento, pero su curiosidad pudo más.

"¿A dónde me llevarás?" inquirió.

"A un lugar mágico, un? lago donde los sueños cobran vida", respondió el payaso, extendiendo su mano.

Sin saber si debía confiar, Lucas tomó la mano del payaso. Juntos caminaron a través del bosque, hasta que llegaron al lago, que reflejaba la luz de la luna como un espejo.

"Ahora, debes entrar al agua y descubrir los secretos que esconde", le dijo el payaso.

"Pero, ¿y si me hundo?" preguntó Lucas, inquieto.

"¡No te preocupes! El agua es suave como un abrazo. Confía en tus habilidades", insistió el payaso, aunque Lucas podía ver en sus ojos una chispa de misterio.

Lucas miró el lago y recordar los días pasados en la escuela, cuando aprendió sobre la importancia de ser valiente y confiar en sí mismo. Pensó en su madre, quien siempre le decía que nunca se rindiera.

"¡No tengo miedo!" exclamó, dando un paso hacia el agua.

Pero justo en ese momento, el lago empezó a brillar intensamente y unas olas mágicas comenzaron a formarse.

"Esto no es lo que esperaba", murmuró Lucas, sintiendo cómo el miedo le invadía nuevamente.

"Mira hacia el agua y verás planos de esperanza y valentía", dijo el payaso, pero su voz sonaba lejana.

A medida que Lucas se sumergía, empezó a ver imágenes de él mismo superando desafíos y alegrándose con sus amigos. Entonces comprendió que la verdadera magia no estaba en el lago, sino en su propio corazón.

"¡Espera! No necesito que me lleves a vivir mis sueños. ¡Puedo hacerlos yo mismo!" gritó Lucas, y al hacerlo, el lago empezó a calmarse y resplandor cesó.

El payaso, sorprendido, retrocedió. Su disfraz negro se desvaneció, revelando que era un amigo disfrazado, un mago en realidad, quien deseaba mostrar a los niños lo que llevaban dentro.

"¡Tú eres especial, Lucas! Cuando te enfrentas a tus miedos, descubres la luz que brilla en ti. Recuerda que no hay que tener miedo de ser valiente. Y siempre puedes pedir ayuda", dijo el mago, antes de desvanecerse en una lluvia de luces.

Lucas sonrió, sabiendo que había encontrado la valentía dentro de sí mismo. Sí, había superado sus miedos y aprendería a perseguir sus sueños, siempre recordando el poder que poseía. Caminó de regreso a casa, sintiéndose más fuerte y más sabio, listo para cualquier aventura que viniera.

Desde esa noche, ya no le tenía miedo a la oscuridad, porque sabía que siempre había una luz esperando brillar, solo necesitaba buscarla en su interior.

FIN.

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