El Lamento de la Madre Tierra



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Arbolito, donde niños y adultos disfrutaban del aire fresco y los bellos paisajes. Sin embargo, detrás de esa imagen idílica, la naturaleza estaba sufriendo. La Madre Tierra, cansada de ser ignorada, lloraba por la tristeza que sentía al ver cómo sus ríos se llenaban de basura y sus árboles eran talados sin compasión.

Un día, el viento comenzó a soplar con ferocidad. Las hojas de los árboles temblaban y los animales se escondían asustados. El pequeño Erick, un niño de seis años con un gran corazón, estaba jugando cerca del río cuando notó que el agua, una vez clara, ardía en su tristeza.

"¿Por qué llora el río?" se preguntó, y entonces decidió investigar. Mientras caminaba por la ribera, vio a algunos vecinos arrojar residuos al agua.

"¡Hey! ¡No lo hagan!" gritó Erick, acercándose.

"¿Por qué no? No pasa nada, es solo un poco de basura..." contestó uno de ellos.

"¡Pero sí pasa! La Madre Tierra está llorando y no puede soportarlo más. Si seguimos así, ella morirá y con ella, ¡nosotros también!"

Los adultos se rieron, pensando que eran las ocurrencias de un niño. Sin embargo, Erick no se desanimó. Decidió visitar a su abuelo, un sabio que siempre decía que la naturaleza era su amiga. Al llegar a su casa, le contó todo lo que había visto.

"Abuelo, la Madre Tierra está muy triste. ¿Qué podemos hacer para ayudar?" preguntó.

"La tierra nos da tanto, hijo. Pero necesita nuestro cuidado. Si escuchamos su llamado y actuamos juntos, podemos cambiar las cosas."

Decidido a ayudar, Erick organizó un gran encuentro con sus amigos y vecinos. Hizo carteles que decían: "¡Cuidemos a nuestra Madre Tierra!". Al día siguiente, se hizo una reunión en la plaza del pueblo.

"¡Hola a todos!" empezó Erick, nervioso pero decidido.

"Hoy les quiero contar lo que vi en el río. La basura afecta no solo a los animales y a la naturaleza, sino también a nosotros. Si seguimos contaminando, ¡la tierra no podrá darnos más su magia!"

Algunos adultos comenzaron a murmurar, pero Erick, con su voz dulce y firme, continuó.

"Propongo que hagamos una gran recolección de basura y plantemos árboles. Juntos, podemos mostrarle a la Madre Tierra que la queremos!"

Fue entonces cuando algunos se unieron a la idea. Pero no todos estaban convencidos. Un grupo de vecinos se puso a discutir.

"¡No hay tiempo para eso! Necesitamos más trabajo, no cuentos de hadas. La tierra no puede hablar!"

Erick, sin desanimarse, se acercó a ellos.

"¿Y si la tierra pudiera hablar? ¿Qué nos diría?"

"Probablemente pediría que la dejemos en paz", dijo una señora.

"Entonces, ¡hagámoslo! ¡Río limpio, tierra limpia, seremos felices juntos!"

La conversación tomó un giro positivo. Más y más personas comenzaron a unirse, y pronto la plaza se llenó de risas y palabras de esperanza. Con palas, bolsas y sus manos llenas de energía, comenzaron a limpiar y cuidar su entorno.

Cada basura que recogían era un paso hacia un mundo mejor. Mientras trabajaban juntos, los adultos hablaban sobre cómo podían cambiar sus hábitos diarios.

"Podríamos usar menos plástico", dijo un hombre.

"¡Y plantar un árbol en cada casa!" agregó otra mujer.

La acción de Erick hizo eco en la comunidad, y la convocatoria atrajo la atención de los medios. En poco tiempo, Arbolito se convirtió en un ejemplo de cuidado del medio ambiente. La historia del pequeño niño que hizo llorar a la tierra se extendió, y otros pueblos comenzaron a hacer lo mismo.

Con la participación de todos, el río volvió a ser limpio y luminoso. La Madre Tierra sonrió, y con cada árbol plantado, una nueva esperanza floreció en el corazón de los habitantes de Arbolito.

Erick, con una gran sonrisa, miró a su alrededor y sintió que su esfuerzo había valido la pena. La tierra no solo estaba viva, sino que también estaba llena de vida nuevamente.

Desde aquel día, cada vez que alguien arrojaba basura al suelo, un niño en Arbolito recordaba la historia de Erick y decidía ser un guardián de la Madre Tierra. Y así, el viento ya no soplaba con furia, sino que traía consigo melodías de alegría. La Madre Tierra lloró de felicidad.

Y así, Erick y sus amigos aprendieron que el cuidado del planeta no es solo una tarea, ¡es una aventura! Y que cada uno puede ser un héroe en este mundo maravilloso que comparte con todos los seres vivos.

FIN.

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