El lápiz favorito de Faustino
Había una vez un niño llamado Faustino. Era un niño muy inteligente y siempre hacía sus tareas de la escuela muy bien, pero había algo que lo caracterizaba: era muy desordenado con sus lápices.
Su mamá siempre le decía que guardara los lápices en su estuche después de usarlos, pero Faustino siempre se olvidaba y los dejaba tirados en la mesa o en el piso. A veces incluso perdía alguno de ellos.
Un día, mientras estaba haciendo su tarea, se dio cuenta de que no encontraba su lápiz favorito. Lo buscó por todos lados y no lo encontró. Se puso tan triste que empezó a llorar.
- ¿Qué pasa, Faustino? - preguntó su mamá al verlo llorando. - No encuentro mi lápiz favorito - respondió entre sollozos. - Bueno, no te preocupes tanto por eso. Usa otro lápiz para hacer tu tarea - le dijo su mamá tratando de consolarlo.
Pero para Faustino eso no era suficiente. Él quería encontrar su lápiz favorito porque sentía que sólo con ese podía hacer las cosas mejor. Pasaron varios días y todavía no encontraba el lápiz. Su mamá intentó ayudarlo buscándolo también pero sin éxito.
Una tarde, mientras jugaba en el patio trasero, vio a un pájaro llevando algo brillante en su pico hacia un árbol cercano.
Curioso, fue a ver qué era y descubrió ¡su lápiz favorito! Se sintió muy contento y emocionado al tenerlo nuevamente en sus manos. A partir de ese día, Faustino aprendió la importancia de ser más cuidadoso con sus cosas y mantenerlas ordenadas para no perderlas.
Desde entonces, siempre guardaba sus lápices en su estuche después de usarlos y se aseguraba de no dejarlos tirados por cualquier lado. Aprendió que lo importante era hacer bien las cosas, independientemente del material que usara.
Y así, gracias a su experiencia con el lápiz perdido, Faustino se convirtió en un niño más organizado y responsable.
FIN.