El lápiz mágico
Había una vez un niño llamado Carlos, que tenía un hábito muy peculiar: le encantaba morder sus lápices.
Desde el primer día de clases, cada vez que tomaba su lápiz para escribir o dibujar, no podía resistirse y terminaba mordiéndolo. Esto preocupaba mucho a la maestra y a los padres de Carlos. Intentaron explicarle que morder los lápices era malo para sus dientes y también para su salud, pero él no parecía escuchar.
Carlos solo sonreía con esos dientes pequeños y afilados. Un día, mientras estaba en el parque jugando con sus amigos, Carlos encontró un libro abandonado en una banca. Era un libro de cuentos lleno de colores brillantes en la portada.
Sin pensarlo dos veces, lo abrió y comenzó a leer. El cuento hablaba sobre un niño llamado Martín que también tenía una costumbre extraña: le gustaba chuparse el dedo pulgar.
Pero Martín se dio cuenta de que esta costumbre no era buena para él y decidió hacer algo al respecto. Inspirado por la historia del libro, Carlos decidió enfrentar su problema con morder los lápices. Se propuso dejar ese hábito tan dañino para siempre.
Al día siguiente en clase, cuando llegó el momento de usar los lápices, Carlos recordó su promesa y se resistió a morderlos. Fue difícil al principio porque sentía esa necesidad irresistible en sus dientes, pero poco a poco fue encontrando otras formas de distraerse.
Carlos comenzó a llevar consigo una goma de mascar sin azúcar para ocupar su boca. También descubrió que podía morder una manzana o una zanahoria crujiente en lugar de sus lápices.
Su maestra y sus padres se sorprendieron al ver cómo Carlos estaba logrando controlarse. Un día, la maestra decidió hacer un concurso de dibujo en el salón de clases. Todos los niños estaban emocionados y ansiosos por mostrar su talento artístico, incluido Carlos.
Cuando llegó el momento de tomar los lápices para dibujar, Carlos sintió esa vieja tentación de morderlos. Pero recordó todas las estrategias que había aprendido y tomó una goma de mascar sin azúcar en su lugar.
Carlos se concentró tanto en su dibujo que ni siquiera notó cuando terminaron los minutos del concurso. La maestra recogió todos los dibujos y comenzó a revisarlos uno por uno.
Finalmente, llegó el momento de anunciar al ganador y la maestra exclamó: "¡El primer lugar es para... Carlos!". Todos quedaron sorprendidos porque siempre habían visto a Carlos distraído mordiendo sus lápices. Carlos fue corriendo hacia la maestra para recibir su premio, pero antes le preguntó: "¿Por qué decidiste darme el primer lugar?".
La maestra sonrió y respondió: "Porque has demostrado una gran fuerza de voluntad al superar tu hábito de morder los lápices. Has demostrado que puedes cambiar si te lo propones".
Desde ese día, Carlos dejó atrás su costumbre dañina y se convirtió en un niño ejemplar. Aprendió que con determinación y esfuerzo, podía superar cualquier hábito negativo. Y así, Carlos se convirtió en un ejemplo para todos sus compañeros de clase.
La historia de Carlos nos enseña que todos tenemos la capacidad de cambiar nuestros malos hábitos si nos lo proponemos. No importa cuán difícil parezca, siempre hay una forma de encontrar una solución creativa y positiva.
Así como Carlos encontró su fuerza interior, tú también puedes hacerlo.
FIN.