El lápiz mágico de Aby y Lucas


Había una vez una niña llamada Aby, quien era muy especial. Desde que era pequeña, descubrió que tenía un talento único: todos sus dibujos se volvían realidad.

No importaba si eran simples garabatos en un papel o detallados retratos, todo lo que Aby imaginaba y plasmaba en sus dibujos cobraba vida. Aby vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza.

Un día, mientras caminaba por el bosque con su mochila llena de lápices y papeles, encontró a un pajarito herido. Sin pensarlo dos veces, decidió dibujar unas alas mágicas para él. Cuando terminó el dibujo, las alas salieron del papel y se adhirieron al pajarito lastimado. Este comenzó a volar nuevamente con alegría y gratitud.

A partir de ese momento, Aby entendió que podía usar su don no solo para divertirse, sino también para ayudar a los demás.

Un día soleado, mientras exploraba el río cercano al pueblo, vio a unos patitos nadando sin rumbo fijo. Sabiendo que estaban perdidos y necesitaban encontrar su camino hacia casa, Aby decidió hacer algo al respecto.

Con su lápiz mágico en mano y mucha concentración, dibujó una flecha gigante señalando la dirección correcta hacia la laguna donde habitaban los patitos. Al instante, la flecha tomó vida propia y flotó sobre ellos hasta guiarlos de regreso a casa.

A medida que pasaba el tiempo, los vecinos del pueblo empezaron a escuchar sobre los increíbles poderes de Aby. Algunos se mostraban asombrados, mientras que otros sentían envidia y celos. Un día, una niña llamada Sofía se acercó a Aby con un dibujo en la mano.

"Aby, ¿podrías ayudarme? Me gustaría tener un perro para jugar, pero mis padres no me dejan". Aby sonrió y tomó el dibujo de Sofía. Sabía que podía hacer algo especial por ella.

Con su lápiz mágico, Aby dio vida al simpático perrito del dibujo y lo colocó frente a los ojos sorprendidos de Sofía. Ambas niñas rieron y jugaron con el perro durante horas. Sin embargo, no todos estaban contentos con los poderes de Aby.

Un chico llamado Lucas estaba tan celoso que decidió robarle el lápiz mágico mientras ella dormía. Pensaba que si él tenía ese poder, sería más especial que nadie. Al despertarse y darse cuenta del robo, Aby sintió mucha tristeza pero no se dejó vencer por ello.

Sabía que su don provenía de su imaginación y creatividad, no solo del lápiz mágico. Decidida a recuperar su lápiz mágico sin hacer daño a nadie, Aby pensó en una solución ingeniosa: dibujaría una trampa para atrapar al ladrón.

Dibujó un camino lleno de obstáculos complicados e intrincados laberintos hasta llegar al lugar donde Lucas había escondido el lápiz mágico. Cuando Lucas intentó cruzar el camino peligroso para obtener el lápiz, quedó atrapado en la trampa que Aby había dibujado.

Al verlo atrapado y arrepentido, Aby decidió perdonarlo. Le explicó que su don era especial y único para ella, pero eso no significaba que Lucas no tuviera sus propios talentos y habilidades.

Lucas entendió su error y se disculpó sinceramente con Aby. Desde ese día, ambos se convirtieron en grandes amigos. Lucas aprendió a valorar su propia creatividad y dejó de compararse con los demás. Aby continuó usando su don para hacer felices a las personas a su alrededor.

Se convirtió en una niña muy querida por todos en el pueblo, quienes apreciaban sus dibujos mágicos y la bondad que siempre demostraba.

Y así, Aby demostró al mundo que la imaginación y la creatividad pueden cambiar vidas si se usan con amor y generosidad.

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