El lápiz mágico de Diego


Había una vez un niño llamado Diego, a quien le encantaba dibujar. Pasaba horas y horas frente a su escritorio, con su lápiz en mano, creando todo tipo de personajes y paisajes en sus hojas de papel.

Un día, mientras Diego estaba concentrado en su dibujo, escuchó un ruido proveniente del jardín. Curioso, decidió ir a investigar qué era lo que ocurría. Al asomarse por la ventana, vio a un conejo hambriento buscando comida entre las plantas.

Diego sintió compasión por el pequeño conejo y decidió salir al jardín para ayudarlo. Agarró una zanahoria de la nevera y se acercó lentamente al conejo.

El animalito le miró con timidez pero aceptó gustoso la zanahoria que Diego le ofrecía. Justo cuando el conejo terminaba de comer, apareció otro animalito: un gato callejero que parecía estar perdido. Diego sabía que no podía dejarlo solo y decidió darle algo de comer también.

Corrió hacia la cocina y regresó con un tazón lleno de comida para gatos. El gato devoró rápidamente la comida mientras ronroneaba felizmente.

Pero entonces apareció otro visitante inesperado: ¡un perro! Era un cachorro juguetón que había escapado de su casa sin darse cuenta. Diego se dio cuenta de que necesitaba encontrar al dueño del perro antes de que se metiera en problemas. Tomando una correa cercana, ató al cachorro mientras pensaba qué hacer a continuación.

En ese momento, el conejo, el gato y el perro comenzaron a pelearse por la comida que Diego les había dado. El niño se puso triste al verlos discutir y decidió intervenir. "¡Hey, amigos! No hay necesidad de pelear por la comida.

Hay suficiente para todos", les dijo Diego con voz suave pero firme. Los animales se detuvieron y miraron a Diego con curiosidad. Parecían entender sus palabras y dejaron de pelearse.

Fue entonces cuando Diego tuvo una idea brillante: utilizaría su talento para dibujarles un cartel que recordara a los animales sobre la importancia de compartir. Rápidamente, tomó su lápiz y papel y comenzó a dibujar un hermoso cartel con letras grandes y coloridas. En él escribió: "Compartir es cuidar".

Luego lo pegó en el árbol del jardín, justo donde los animales podían verlo claramente. Desde ese día, el conejo, el gato y el perro aprendieron a compartir no solo la comida, sino también momentos de juego y compañía.

Se convirtieron en grandes amigos de Diego e incluso le ayudaban a inspirarse en sus dibujos.

El mensaje del cartel también llegó a otros animales del vecindario quienes empezaron a visitar el jardín para disfrutar de la amistad compartida entre ellos. Diego se dio cuenta de que su lápiz tenía un poder especial: podía transmitir mensajes importantes y enseñanzas valiosas.

A partir de ese momento, decidió usar su talento para crear historias educativas e inspiradoras que pudieran llegar a muchos niños como él. Y así fue como Diego, el conejo, el gato y el perro vivieron muchas aventuras juntos, aprendiendo la importancia de compartir y cuidar unos de otros.

Y cada vez que se encontraban con un nuevo amigo en apuros, utilizaban su lápiz mágico para ayudarlos y enseñarles sobre los valores más importantes de la vida.

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