El lápiz mágico en la escuela secae
En la clase de arte de la escuela secae, los chicos y chicas estaban emocionados. Era un día especial porque la profesora, la señorita Mariela, había traído un lápiz mágico que prometía hacer realidad lo que dibujaran. El lápiz brillaba con colores radiantes y los alumnos no podían esperar para probarlo.
"¡Yo primero!" gritó Santiago, corriendo hacia la hoja en blanco.
"¡No, déjamelo a mí!" contestó Valentina, con sus ojos chispeantes de emoción.
La señorita Mariela sonrió y les explicó:
"Recuerden, chicos, el lápiz mágico sólo funciona si dibujan algo que utilice sus habilidades y valores. Si lo hacen solo para jugar o hacerse ricos, no tendrá efecto."
Los chicos se miraron entre sí, un poco confundidos, pero decidieron intentarlo.
Santiago comenzó a dibujar un increíble auto de carreras, mientras Valentina dibujaba una hermosa mariposa. Cuando ambos terminaron, el lápiz empezó a brillar intensamente y, ¡zas! , ¡el auto de carreras comenzó a moverse! Pero lo que también pasó fue que la mariposa voló y se llevó a Santiago volando en su auto.
"¡Santiago, volvé!" gritó Valentina entre risas.
La magia del lápiz había causado que Santiago y su auto se volvieran parte del dibujo. El auto pasó volando por la ventana de la clase, y aunque todos se divertían, Valentina comenzó a preocuparse.
"¿Y si no puede volver?" pensó en voz alta.
La profesora Mariela, escuchando, les recordó:
"Chicos, no olviden que deben usar el lápiz con responsabilidad. Los sueños que se hacen realidad no siempre son fáciles de controlar."
En ese momento, Santiago, desde el cielo, gritó:
"¡Dibuja un semáforo, Valentina! Así puedo aterrizar."
Valentina, con el lápiz mágico en su mano, se concentró y dibujó un semáforo muy grande. Cuando terminó, el color rojo brilló y el auto de Santiago se detuvo de golpe en el aire, bajando lentamente hasta tocar el suelo con suavidad.
"¡Lo lograste! ¡Sos una genia!" exclamó Santiago al bajar del auto sudoroso pero emocionado.
"Gracias, pero esto me enseñó que no podemos simplemente dibujar lo que queramos. Hay reglas y hay que pensar en los demás también," dijo Valentina, dándose cuenta de la importancia de la responsabilidad.
La señorita Mariela sonrió, satisfecha por cómo reaccionaron. Pero el día no había terminado. Ella pensó en un giro interesante.
"Chicos, ¿qué tal si ahora dibujan algo que ayude a la escuela?"
Los alumnos se pusieron a pensar. Después de un rato, Beltrán, un chico muy amable, dibujó una enorme biblioteca llena de libros.
"Esto sería genial para aprender más y compartir historias," dijo.
Luego, Agustina dibujó una cancha de deportes con todos los equipos necesarios para que todos pudieran jugar. A medida que cada uno de ellos iba dibujando, el lápiz mágico hacía que las ideas se convirtieran en realidad.
Cuando terminaron, la escuela secae se iluminó con una nueva biblioteca y una cancha de deportes, creando un nuevo lugar donde todos los chicos podían aprender y jugar juntos.
"¡Increíble! ¡Miren lo que podemos hacer cuando trabajamos en equipo!" exclamó Beltrán.
La señorita Mariela, emocionada, dijo:
"Vieron chicos, la magia no está sólo en el lápiz, sino en el trabajo en equipo, la creatividad y el deseo de hacer algo bueno para los demás."
Desde ese día, el lápiz mágico seguía en la clase, pero los chicos aprendieron que la verdadera magia está en sus corazones y en cómo se unen para lograr grandes cosas. Cada vez que hacían un nuevo dibujo, recordaban la lección: crear es más mágico cuando pensamos en los demás y lo hacemos con amor.
Así, la escuela secae se convirtió no solo en un lugar de aprendizaje, sino también en un hogar de sueños, creatividad y amistad. Y el lápiz mágico, aunque recogido, siempre quedaría grabado en sus corazones por el impresionante viaje que compartieron juntos.
FIN.