El Lápiz Perdido de Samuel



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Samuel. A Samuel le encantaba dibujar y su lápiz favorito era su más preciado tesoro. Este lápiz no era uno cualquiera; era de un color azul vibrante, con una goma de borrar en forma de estrella que siempre lo hacía sonreír.

Un día, mientras se preparaba para hacer un dibujo de su perro, Samuel se dio cuenta de que su lápiz había desaparecido. Buscó bajo la cama, entre los juguetes, e incluso en el fondo de su mochila.

"Mamá, no puedo encontrar mi lápiz favorito. ¡Lo necesito para dibujar!" - le gritó a su madre, quien, desde la cocina, le respondió:

"Samuel, ¿no lo habrás dejado en la escuela?"

"Pero no, estoy seguro de que lo traje a casa..." - estaba muy angustiado, así que salió corriendo hacia su habitación y siguió buscándolo.

El tiempo pasaba y Samuel no lograba encontrarlo. Esa noche, mientras se iba a dormir, su tristeza lo acompañó. En su mente solo había espacio para pensamientos negativos; se sentía muy solo.

Al otro día, en la escuela, sus amigos se dieron cuenta de que algo le pasaba.

"¡Che, Samuel! ¿Qué te pasa?" - preguntó Facu mientras jugaban durante el recreo.

"Perdí mi lápiz favorito y no lo puedo encontrar..." - contestó Samuel, con los ojos llenos de lágrimas.

Facu trató de animarlo.

"Vení, te puedo prestar uno de mis lápices. ¡Dibujamos juntos!"

Samuel forzó una sonrisa, pero en el fondo no quería usar otro lápiz. Sentía que solo su lápiz azul tenía la magia necesaria para su arte.

Los días pasaron y la tristeza seguía persiguiendo a Samuel. Una tarde, mientras camina hacia su casa, se encontró con una anciana en el parque, sentada en un banco alimentando a las palomas. Ella notó que Samuel no tenía ganas de jugar con los demás niños.

"¿Por qué estás tan triste, niño?" - le preguntó la anciana.

"He perdido mi lápiz favorito y no puedo dibujar como antes" - explicó Samuel, sintiéndose vulnerable.

La anciana sonrió y le dijo:

"Sabes, a veces se pierde lo que más queremos. Puede que te sientas triste ahora, pero está bien. Todos sentimos cosas así. ¿Sabías que las nubes a menudo tapan el sol, pero siempre vuelve a brillar?"

Eso hizo que Samuel pensara.

"¿Es normal estar triste?" - preguntó, con curiosidad.

"Sí, mi querido. Es parte de la vida. A veces hay que permitirnos sentir tristeza, enojo y otras emociones. Pero también hay que recordar que no siempre estamos así. Con el tiempo, el sol volverá a salir para ti" - explicó la anciana.

Samuel se despidió de la anciana y a medida que caminaba de regreso a casa, comenzó a pensar en lo que había dicho. Era cierto que no siempre podía estar feliz.

Esa noche, decidió hacer un dibujo de lo que sentía. Usó lápices de colores diferentes que tenía y plasmó su tristeza en un papel. El dibujo se convirtió en una obra que reflejaba su estado de ánimo, lleno de azul y tonos oscuros, pero también había pequeñas estrellas de colores brillantes que le recordaban que la felicidad también podía regresar.

Al día siguiente en la escuela, mostró su dibujo a sus amigos.

"¡Es genial!" - dijo Mica.

"No sabía que te sentías así" - agregó Facu, al observar que el dibujo tenía algo especial.

Poco a poco, Samuel se dio cuenta de que aunque había perdido su lápiz favorito, todavía podía crear arte. Su tristeza le había enseñado que expresar sus emociones era liberador.

Un par de días después, Samuel decidió ir con su madre a comprar un nuevo lápiz. Mientras caminaban por el centro de la ciudad, se detuvieron en una tienda de arte. Allí, Samuel se sorprendió al ver que había lápices de todos los colores y formas.

"¿Ves, Samuel? A veces se encuentran cosas nuevas cuando buscas con mente abierta" - dijo su madre.

Así que eligió un hermoso lápiz rojo con una goma de borrar en forma de corazón. Samuel sintió que tenía dos lápices especiales ahora: uno que había perdido, pero que siempre lo recordaría, y uno nuevo que le permitirá seguir creando.

"Gracias por ayudarme a encontrar mi alegría, mamá" - dijo Samuel, sonriente.

"Siempre estaré aquí para ti, Samuel. No importa cuál sea el lápiz, lo más importante es que dejes que tu corazón hable a través de tus dibujos" - le respondió su madre.

Des de ese día, Samuel entendió que estaba bien sentirse triste, que no tenía que estar feliz siempre. Había encontrado una forma de aprender a manejar sus emociones y a seguir adelante, y a través de su arte, siempre podía expresar lo que sentía.

Y así, aunque su lápiz favorito nunca volvió, Samuel aprendió a crear su propia felicidad cada día, uno dibujo a la vez.

FIN.

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