El Lápiz Profesor y Su Aventura Educativa



Era una vez un lápiz muy especial llamado Don Lápiz, que no solo sabía escribir, sino que también era el profesor más querido de la escuela. Cada día, Don Lápiz se despertaba muy temprano, listo para enseñar a sus pequeños alumnos en la clase de la escuela primaria.

Su rutina comenzaba a las siete de la mañana, cuando el sol apenas asomaba en el horizonte. "Hoy es un nuevo día lleno de aprendizajes"-, se decía a sí mismo mientras se afilaba un poco, para estar listo y en forma.

Después de vestirse con su goma de borrar en la parte de arriba, Don Lápiz emprendía su camino a la escuela. "Espero ver a todos mis amigos, hoy vamos a aprender sobre el arte de escribir historias"-, pensaba emocionado.

Al llegar, sus compañeros de clase, los cuadernos, lo recibieron con alegría. "¡Hola, Don Lápiz!"- gritaron juntos. "¡Listos para un gran día de enseñanza!"- respondió él con entusiasmo.

La primera clase era siempre la más divertida. Don Lápiz les enseñaba a sus alumnos cómo usar la imaginación para crear cuentos. "Hoy vamos a inventar un personaje mágico. ¿Quién quiere empezar?"- propuso.

Luis, un cuaderno de hojas cuadriculadas, levantó la mano. "Yo quiero que el personaje sea un dragón que vuela sobre un arcoíris"- dijo con gran expectativa. "¡Excelente idea, Luis!"- exclamó Don Lápiz. "Vamos a escribirlo juntos"-.

Mientras escribían, de repente, un borrón apareció en la escritura de Luis. "¡Oh no!"- gritó. Don Lápiz se acercó rápido. "¡No te preocupes! Todos cometemos errores, eso es parte del aprendizaje. Vamos a solucionarlo"-. Con un movimiento ágil, Don Lápiz utilizó su goma para borrar el error. Todos los cuadernos aplaudieron, animando a Luis. "Gracias, Don Lápiz. ¡Eres el mejor!"- dijo Luis aliviado.

Después del recreo, la clase se volvió un poco más difícil. Tenían que trabajar en matemáticas. Don Lápiz puso su mirada atenta a los alumnos. "Hoy vamos a sumar y restar. ¿Alguien tiene un ejemplo para compartir?"-

María, una cuaderno rayado, levantó su mano. "Yo tengo uno, si tengo tres caramelos y le doy dos a mi amigo, ¿cuántos caramelos me quedan?"-

Don Lápiz sonrió, "Muy bien, María. Vamos a resolverlo juntos. Tres menos dos es igual a uno. ¡Genial!"- Pero justo cuando celebraban, un viento fuerte comenzó a soplar y las hojas de los cuadernos comenzaron a volar por el aire. "¡Ay no! Nuestras tareas"- gritó una calculadora.

Sin pensarlo, Don Lápiz se lanzó a la aventura. "Yo detendré esas hojas voladoras"- dijo con determinación. Con un salto, los siguió mientras la brisa hacía volar a los cuadernos por el patio de la escuela.

"¡Don Lápiz, ten cuidado!"- gritaron los alumnos.

Con su habilidad, logró atrapar las hojas y hacer que volvieran a sus dueños. "¡Lo logré!"- exclamó orgulloso. Todos rieron y aplaudieron.

Al finalizar el día, Don Lápiz se sentó en su escritorio, cansado pero feliz. "Hoy fue una gran aventura. Aprendimos sobre la escritura, las matemáticas y, sobre todo, que hay que ayudar a los amigos"- compartió con los demás.

Los cuadernos se fueron despidiendo, "¡Hasta mañana, Don Lápiz!"- y él, emocionado, respondió "¡Hasta mañana, mis queridos alumnos!"-

Y así, cada día era una nueva oportunidad para Don Lápiz, el profesor que enseñaba no solo a escribir y calcular, sino también a ser buenos amigos y enfrentar desafíos con valentía.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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