El Largarto Podólogo y el Lobo con Hongos



En una lejana y vibrante selva de Argentina, vivía un lagarto llamado Lucho. Lucho no era un lagarto común; era el podólogo de todos los animales de la selva. Su consultorio era un lugar acogedor, lleno de plantas medicinales y aromas a naturaleza.

Un soleado día, mientras Lucho disfrutaba de su desayuno de hojas frescas, un lobo muy nervioso llegó corriendo.

"¡Lucho, ayúdame!", exclamó el lobo, que se llamaba Neno. "Tengo unos hongos horribles en mis patas y no puedo correr bien. ¡Me siento muy mal!"

Lucho, con su voz suave y reconfortante, le respondió:

"No te preocupes, amigo. Con un buen tratamiento dejarás de sentir molestias en un dos por tres. Ven, siéntate aquí."

Mientras Lucho examinaba las patas de Neno, se dio cuenta de que el problema era más complicado de lo que pensaba. Después de un buen rato de cuidado, Neno se sintió mucho mejor. Sin embargo, el lagarto se esforzó tanto que al final se sintió cansado y decidió descansar un poco.

"Es increíble cómo puedes ayudar a otros, Lucho", dijo Neno, admirado. "¿Pero y tú? Te ves agotado."

"A veces ayudar a los demás requiere un poco de sacrificio", respondió Lucho con una sonrisa.

Días pasaron y Neno se recuperó completamente. Se sentía fuerte y rápido nuevamente. Sin embargo, Lucho había descuidado sus propias patas. Ahora, él también tenía que lidiar con un pequeño problema: se había lastimado y no podía correr bien.

Desesperado, Lucho se sintió triste. "No puedo atender a los demás si yo estoy así", pensó. Pero Neno, al darse cuenta de la situación de su amigo, tuvo una idea.

"Lucho, ¿qué tal si te ayudo a mejorar tus patas como tú hiciste conmigo? Después de todo, ¡es hora de que también descanses!"

Lucho no lo podía creer. Por primera vez, un animal le ofrecería su ayuda.

"No sé, Neno. Estoy acostumbrado a cuidar a los demás."

"Claro, pero todos necesitamos ayuda alguna vez. Yo tengo un par de ideas. Podés hacer algunas caminatas suaves mientras yo busco las hierbas que necesitas. Además, puedo hacerte compañía."

Lucho asintió, sintiéndose un poco más animado. Así que comenzaron a trabajar juntos. Neno ayudaba a Lucho a recolectar las hierbas, mientras que el lagarto le contaba historias de otros animales que había ayudado. Poco a poco, Lucho recuperó su energía y comenzó a sanar.

Un día, Neno dijo:

"Lucho, he pensado en organizar un taller donde todos los animales puedan aprender sobre el cuidado de sus patas. ¡Tú podrías ser el profesor!"

Lucho, emocionado, respondió:

"¡Eso suena maravilloso, Neno! Nunca se me había ocurrido."

Juntos, organizaron el taller. Animales de todas partes de la selva vinieron a escuchar a Lucho y a aprender sobre la importancia de cuidar sus patas. Lucho se sintió feliz; no solo había recuperado su salud, sino que también se dio cuenta de que cuidar de uno mismo es tan importante como cuidar de los demás.

"Hoy no solo cuidamos de nuestras patas, sino que también aprendemos a ayudarnos entre nosotros", concluyó Lucho al final del taller, mientras todos aplaudían.

Desde ese día, Lucho y Neno no solo fueron amigos, sino también un gran equipo. Y así, en la selva, el lagarto podólogo siguió cuidando de los pies de todos, pero ahora también recordando la importancia de cuidar de sí mismo y de aprender a recibir ayuda.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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