El lazo del amor


Había una vez una ratoncita llamada Rosita, que vivía en un pequeño agujero debajo de un árbol. Rosita era muy coqueta y siempre le gustaba lucir hermosa.

Un día, mientras barría la puerta de su casa, encontró una brillante moneda de oro. Rosita no podía creer su suerte. Con esa moneda, podría comprarse algo realmente especial para resaltar aún más su belleza.

Así que decidió ir al mercado y buscar algo único que pudiera hacerla destacar entre los demás animales del bosque. Después de mucho buscar, Rosita encontró el accesorio perfecto: un gran y hermoso lazo rojo. Era tan bonito que deslumbraba a cualquiera que lo viese.

Rosita se colocó el lazo en su cabeza con mucha elegancia y se sentó delante de su casa para que todos los animales del bosque pudieran admirarla. Pronto llegaron varios animales curiosos a ver qué era lo que tanto brillaba.

Primero llegó Don Conejo, quien siempre estaba muy ocupado saltando por aquí y por allá.

Al ver a Rosita con su nuevo lazo rojo, exclamó:-¡Qué hermosa estás hoy! ¡Pareces toda una princesa! Rosita sonrió satisfecha con el cumplido y le pidió a Don Conejo que hiciera ruidos graciosos para demostrarle cuánto le gustaba su nuevo adorno. Don Conejo hizo todo tipo de ruidos divertidos con sus orejas y sus patas traseras, haciendo reír a Rosita y a todos los demás animales cercanos.

Luego llegó Doña Ardilla, quien siempre estaba ocupada recolectando nueces.

Al ver a Rosita con su nuevo lazo rojo, exclamó:-¡Qué preciosa te ves! ¡Ese lazo resalta tu belleza natural! Rosita se sintió halagada y le pidió a Doña Ardilla que hiciera ruidos agudos para demostrarle cuánto le gustaba su nuevo adorno. Doña Ardilla hizo un ruido muy agudo moviendo sus patitas y haciendo reír a todos los animales del bosque una vez más. Después llegó Don Pájaro, quien siempre estaba cantando melodías hermosas.

Al ver a Rosita con su nuevo lazo rojo, exclamó:-¡Qué linda estás hoy! ¡Tu lazo combina perfectamente con tus ojos brillantes! Rosita se emocionó aún más al escuchar el cumplido y le pidió a Don Pájaro que cantara una canción para demostrarle cuánto le gustaba su nuevo adorno.

Don Pájaro entonó una melodía encantadora, llenando el aire de dulzura y alegría. Todos los animales del bosque quedaron cautivados por su canto. Sin embargo, mientras Rosita disfrutaba de toda esta atención y admiración, notó algo inesperado.

Un pequeño ratón llamado Tomás había estado observándola en silencio desde un rincón del bosque. Rosita nunca antes había visto a Tomás ni sabía quién era.

Tomás se acercó tímidamente hacia Rosita y le dijo:-Perdona mi intromisión, pero no puedo dejar de admirar tu belleza. No tengo ningún ruido especial para hacerte, pero me encantaría conocerte mejor. Rosita quedó sorprendida por la sinceridad y amabilidad de Tomás.

Nunca antes alguien se había acercado a ella sin esperar algo a cambio. Tomás y Rosita comenzaron a pasar tiempo juntos, compartiendo historias, risas y aventuras en el bosque.

A medida que su amistad crecía, Rosita se dio cuenta de que no necesitaba un lazo rojo o ruidos divertidos para ser feliz. El amor verdadero no está basado en apariencias o cumplidos superficiales, sino en el cariño y la admiración sincera hacia los demás.

Desde aquel día, Rosita dejó de lado su vanidad y aprendió a valorar lo que realmente importa: las relaciones genuinas y el amor desinteresado. Y así, Rosita y Tomás vivieron felices para siempre, demostrando que el verdadero brillo viene del corazón y no de los adornos externos.

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