El lazo eterno de Tato y Aóho



Había una vez en lo profundo de la selva, un hombre llamado Tato y su esposa Aóho. Tato era un hombre trabajador y amable, pero tenía un carácter algo fuerte.

Aóho, por otro lado, era una mujer dulce y amorosa que siempre estaba atenta a las necesidades de su esposo. Una tarde, mientras se acercaba la hora de la cena, Tato esperaba con ansias el plato de calabaza que tanto le gustaba.

Sin embargo, al sentarse a la mesa, notó que había muy poca calabaza en su plato. Esto enfureció a Tato, quien comenzó a gritarle a Aóho por no haber preparado suficiente comida.

"¡Aóho! ¡¿Cómo es posible que haya tan poca calabaza en mi plato? ! ¡Sabes cuánto me gusta y no me alcanza para saciar mi hambre!", exclamó Tato furioso. Aóho se disculpó sinceramente con su esposo y prometió hacer más calabaza para la próxima vez.

Pero el enojo de Tato no conocía límites aquella noche. Tan enfadado estaba que decidió subir a lo alto de un gran árbol para alejarse de Aóho y cortar las lianas que lo mantenían conectado con ella.

Con cada corte de liana, Tato fue ascendiendo más y más hacia el cielo hasta convertirse en una brillante luna plateada. Abajo, Aóho sintió una tristeza profunda al ver cómo su amado se alejaba sin poder detenerlo.

Las noches pasaron y cada vez que la luna llena brillaba en el cielo oscuro, Aóho se transformaba en un hermoso pájaro blanco para volar hacia ella. "Tato... ¿por qué te has ido tan lejos? Te extraño tanto...

", cantaba Aóho al viento nocturno mientras volaba alrededor de la luna. La melodía triste de Aóho llegaba hasta los oídos de Tato convertido en luna. Sus ojos brillaban con lágrimas plateadas al escucharla llamarlo desde abajo.

Se dio cuenta del error cometido por dejarse llevar por su ira aquella noche. Decidido a volver junto a su amada esposa, Tato como luna envió destellos luminosos hacia la tierra donde estaba Aohò posada como ave blanca.

Con cada destello, una nueva liana crecía entre ellos dos hasta finalmente juntarlos nuevamente. "Aohò querida... Perdona mi imprudencia aquella noche. Ahora sé que nada justifica dejar atrás nuestro amor", susurró la luna convertida en Tato.

Y así, juntos nuevamente bajo el manto estrellado del cielo nocturno, Tato y Aohò aprendieron sobre la importancia del perdón, la comprensión y el control de las emociones incluso frente a situaciones difíciles. Su historia inspiradora resonaría por generaciones como un recordatorio del poder del amor verdadero sobre cualquier obstáculo.

FIN.

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