El lección de Benito



Había una vez un pequeño conejito llamado Benito que vivía en el bosque. Benito era muy orgulloso y siempre se jactaba de lo rápido que podía correr. Se pasaba el día presumiendo ante sus amigos animales.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Benito se encontró con una tortuga llamada Lola. Ella estaba tranquila bajo la sombra de un árbol y parecía estar muy contenta consigo misma. "Hola, Lola", dijo Benito con tono despectivo.

"¿Qué haces aquí? Deberías estar corriendo como yo". Lola sonrió amablemente y respondió: "No necesito correr rápido para ser feliz, Benito. Estoy contenta siendo quien soy". Benito no podía entender cómo alguien podría ser feliz sin destacar en algo.

Decidió retar a Lola a una carrera para demostrarle quién era más rápido. "Está bien", dijo Lola aceptando el desafío con humildad. "Pero recuerda, ganar no es lo más importante".

El día de la carrera llegó y todos los animales del bosque se reunieron para verla. El búho fue elegido como juez y marcó la línea de salida. "¡Listos! ¡Ya!", exclamó el búho alzando su ala.

Benito salió disparado como un rayo, dejando atrás a Lola en cuestión de segundos. Estaba tan concentrado en ganar que ni siquiera miraba hacia atrás. Sin embargo, cuando llegó a la mitad del camino, escuchó unas risas detrás de él.

Se dio cuenta de que Lola lo estaba alcanzando poco a poco. Benito se asustó y comenzó a correr aún más rápido. "¡No puedes alcanzarme, Lola! ¡Soy el más rápido!", gritaba mientras su corazón latía con fuerza.

Pero justo cuando estaba a punto de llegar a la meta, algo inesperado sucedió. Benito tropezó con una raíz y cayó al suelo, lastimándose una pata. Lola vio lo que había ocurrido y en lugar de seguir corriendo hacia la meta, decidió detenerse para ayudar a Benito.

"¿Estás bien, Benito?", preguntó Lola preocupada mientras se acercaba lentamente. Benito estaba avergonzado y tenía lágrimas en los ojos. Se dio cuenta de que todo su orgullo no servía de nada si no tenía amigos que lo apoyaran en momentos difíciles.

"Lo siento, Lola", dijo Benito entre sollozos. "Fui muy arrogante y egoísta contigo. No importa quién gane la carrera, lo importante es ser amable y humilde". Lola sonrió dulcemente y ayudó a Benito a levantarse.

Juntos caminaron hasta la línea de meta donde todos los animales del bosque los esperaban con aplausos. El búho se acercó a ellos y les dijo: "Hoy aprendimos una gran lección sobre humildad gracias a estos dos valientes competidores".

Desde ese día, Benito dejó atrás su orgullo y aprendió el valor de ser humilde. Él y Lola se convirtieron en grandes amigos y siempre recordaron aquel día como un momento especial en sus vidas.

Y así fue como el pequeño conejito Benito aprendió que no importa cuán rápido puedas correr o cuánto puedas destacar en algo, lo más importante es ser amable y humilde con los demás. Porque la verdadera grandeza se encuentra en el corazón. Fin.

FIN.

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