El legado de Izel



En un pequeño pueblo en las afueras de Buenos Aires vivía Izel, una niña alegre y llena de energía.

Desde muy pequeña descubrió su pasión por la gimnasia, pasando horas practicando sus piruetas y saltos en el jardín de su casa. Izel tenía dos primas, Lola y Valentina, con quienes compartía tardes llenas de risas y juegos. Juntas formaban un equipo imparable, inventando historias fantásticas y aventuras emocionantes que las mantenían entretenidas durante horas.

Pero lo que más amaba Izel era pasar tiempo con su abuelito Manuel. Él siempre la animaba a seguir sus sueños y le enseñaba valores como el esfuerzo, la perseverancia y el amor por los demás.

Manuel solía decirle a Izel: "Nunca dejes de creer en ti misma, querida. Eres capaz de lograr todo lo que te propongas". Un día, el abuelito Manuel enfermó repentinamente y tuvo que quedarse en cama.

Izel estaba triste al verlo débil, pero decidió seguir adelante con valentía para alegrarle el día con sus acrobacias de gimnasia en el jardín. Un mes después, Manuel falleció dejando un gran vacío en el corazón de Izel.

Sin embargo, antes de partir les dejó a sus nietas un viejo cofre lleno de tesoros familiares. Al abrirlo, encontraron cartas llenas de amor escritas por Manuel para cada una de ellas.

Lola leyó en voz alta la carta dirigida a Izel: "-Querida nieta, recuerda siempre que eres tan valiosa como este tesoro familiar. Sigue practicando tu gimnasia con pasión y esfuerzo, porque sé que llegarás lejos si nunca pierdes la fe en ti misma.

"Izel sintió una mezcla de tristeza por la partida de su abuelito pero también una gran determinación para honrar su memoria siguiendo sus consejos al pie dela letra. Decidió dedicarse aún más a su entrenamiento de gimnasia, asistiendo regularmente a clases y esforzándose al máximo en cada práctica.

Con el tiempo, se convirtió en una talentosa gimnasta ganando competencias locales e inspirando a otros niños con su dedicación y entusiasmo.

Gracias al legado de amor y sabiduría dejado por su abuelito Manuel, Izel aprendió que los verdaderos tesoros no son materiales sino aquellos valores intangibles como la familia, la perseverancia y el amor propio que nos acompañan toda la vida.

Y así fue como Izel siguió creciendo feliz rodeada del cariño de su familia mientras alcanzaba sus sueños gracias al apoyo incondicional del abuelito que siempre llevó consigo en su corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!