El legado de la tierra
Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, un niño llamado Ramiro.
Desde que era muy chico, le encantaba pasar tiempo con su papá en el campo, aprendiendo todo sobre las tareas agrícolas y disfrutando de jugar al aire libre.
Un día, mientras ayudaba a su papá a cavar un hoyo para plantar árboles frutales, Ramiro le preguntó:- Papá, ¿por qué es tan importante cuidar la tierra y cultivarla? Su papá sonrió y le respondió:- Porque la tierra nos da alimento y vida, hijo. Es nuestra responsabilidad cuidarla y trabajarla para que siga siendo fértil y productiva.
Ramiro escuchaba atentamente cada palabra de su papá y se sentía feliz de poder aprender tantas cosas nuevas cada día. Juntos sembraban semillas, regaban las plantas, cosechaban los frutos y cuidaban de los animales del campo. Un día, mientras estaban trabajando en el huerto, una fuerte tormenta se acercó rápidamente al pueblo.
El viento soplaba con fuerza y la lluvia caía sin cesar. Ramiro se asustó un poco por la tormenta, pero su papá lo tranquilizó diciéndole:- No te preocupes, hijo. La lluvia es buena para nuestras plantas.
Después de la tormenta vendrá el sol. Y así fue. Al día siguiente, cuando salieron a revisar el huerto, vieron que las plantas estaban más verdes y fuertes que nunca gracias a la lluvia que había caído.
Ramiro comprendió entonces la importancia de respetar la naturaleza y trabajar en armonía con ella. Con el paso del tiempo, Ramiro se convirtió en un hábil agricultor gracias a todo lo que había aprendido junto a su papá.
Juntos lograron tener uno de los huertos más prósperos del pueblo, donde todos admiraban sus hermosas plantaciones.
Y así, entre juegos con la pala en el campo y enseñanzas compartidas entre padre e hijo, Ramiro creció feliz sabiendo que siempre tendría a su lado a su mejor maestro: su amado papá.
FIN.