El legado de los corazones felices


Había una vez un chico llamado Tomás, quien vivía en un pequeño pueblo en Argentina.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se topó con algo inesperado: ¡un portal mágico! Sin pensarlo dos veces, Tomás decidió atravesarlo y ver adonde lo llevaría. Al pasar por el portal, Tomás se encontró en una dimensión completamente diferente. Todo era oscuro y misterioso, y lo que más le sorprendió fue la presencia de fantasmas jugando entre sí.

Al principio, sintió un poco de miedo, pero pronto se dio cuenta de que estos fantasmas eran amigables. Uno de los fantasmas se acercó a él y le dijo: "¡Hola! Bienvenido a nuestra dimensión fantasmal".

El chico estaba asombrado por poder comunicarse con ellos y les preguntó cómo podían ser tan amigables. Los fantasmas le explicaron que solían ser personas como él, pero habían decidido quedarse en esta dimensión después de morir para ayudar a otros.

Tomás decidió explorar más la dimensión fantasmal y descubrió que los fantasmas tenían habilidades especiales. Algunos podían volar sin esfuerzo mientras otros podían atravesar paredes sólidas. Fascinado por esto, el chico les pidió que le enseñaran sus trucos.

Los fantasmas estaban encantados de compartir sus conocimientos con Tomás. Le enseñaron cómo mover objetos sin tocarlos y cómo crear ilusiones divertidas. Juntos pasaron horas practicando estas habilidades especiales mientras reían y disfrutaban del tiempo juntos.

Pero un día, mientras Tomás exploraba una parte oscura de la dimensión, se encontró con un fantasma triste y solitario. El chico se acercó y le preguntó qué le pasaba.

El fantasma explicó que había perdido a su familia antes de llegar a la dimensión y no podía encontrar la paz. Tomás sintió compasión por el fantasma y decidió ayudarlo.

Con la ayuda de los otros fantasmas, crearon una ilusión que recreaba el hogar del fantasma y reunieron a su familia en ella. Al ver esto, el fantasma soltó lágrimas de felicidad y finalmente encontró la paz que tanto anhelaba.

Después de esto, Tomás se dio cuenta de que tenía un poder especial: el poder de hacer felices a los demás. Decidió usar este don para ayudar a las personas necesitadas en su propio mundo también. Al regresar al portal, Tomás se despidió de sus nuevos amigos fantasmas con gratitud en su corazón.

Volviendo a casa, comenzó a realizar actos amables para hacer sonreír a las personas que lo rodeaban: ayudando a los ancianos con sus compras o compartiendo juguetes con niños menos privilegiados.

La historia sobre el chico que encontró un portal mágico y descubrió una dimensión llena de fantasmas amigables pronto llegó a oídos del pueblo entero. Todos quedaron inspirados por las acciones amorosas de Tomás e incluso comenzaron a imitarlo.

Así es como este pequeño chico logró cambiar su mundo para mejor, recordándonos que todos tenemos dentro nuestro el poder para marcar la diferencia y hacer felices a los demás.

Y así, Tomás vivió una vida llena de amor y bondad, dejando un legado de generosidad que perduró por siempre en los corazones de las personas.

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