El leñador de los árboles mágicos
Había una vez en un pequeño pueblo al norte de las montañas, un leñador llamado Martín. Martín era conocido por ser el leñador más trabajador y bondadoso de toda la región.
Todos los días se levantaba temprano, antes de que saliera el sol, y se dirigía al bosque con su hacha al hombro. Martín amaba su trabajo. Cortaba árboles con destreza y cuidado, siempre agradeciendo a la naturaleza por brindarle la madera que necesitaba para vivir.
Pero a pesar de trabajar duro todos los días, Martín apenas ganaba lo suficiente para alimentarse y mantener su humilde hogar. Un día, mientras cortaba leña cerca de un arroyo, escuchó un suave murmullo proveniente del agua cristalina.
Se acercó curioso y vio a una hermosa hada llorando desconsolada. Sin dudarlo, Martín se acercó y le preguntó qué le ocurría.
"Oh amable leñador", sollozó el hada, "mi varita mágica cayó al arroyo y sin ella no puedo hacer magia para ayudar a quienes lo necesitan". Martín sintió compasión por el hada y sin dudarlo se sumergió en el arroyo helado en busca de la varita perdida.
Después de unos momentos angustiosos bajo el agua logró encontrarla y devolvérsela al hada. "¡Oh valiente leñador! ¡Eres digno de recibir mi bendición!", exclamó el hada con alegría.
Y así fue como Martín recibió la bendición del hada: a partir de ese momento, cada árbol que cortara se multiplicaría mágicamente en tres más. El hada desapareció entre destellos dorados dejando a Martín atónito pero emocionado por la oportunidad que tenía frente a él. Desde ese día, Martín continuó trabajando en el bosque con más ahínco que nunca.
Cada vez que cortaba un árbol, este se multiplicaba en tres más tal como prometió el hada. Pronto, el pequeño pueblo al norte de las montañas estaba lleno de árboles frondosos y verdes gracias al esfuerzo incansable del generoso leñador.
La noticia sobre los árboles milagrosos llegó a oídos del rey del reino vecino, quien decidió visitar al leñador para verlo con sus propios ojos.
Al presenciar el increíble poder del don otorgado por el hada, el rey quedó impresionado y decidió contratar a Martín como guardián del bosque real. Martín aceptó encantado y desde entonces se convirtió en una leyenda viva en todo el reino.
Los niños escuchaban fascinados las historias sobre el bondadoso leñador cuyo corazón puro había conquistado incluso a las criaturas mágicas del bosque. Y colorín colorado, este cuento ha terminado pero recuerda: la bondad siempre trae grandes recompensas para aquellos dispuestos a compartirla con otros.
FIN.