El Leñador y el Monstruo del Bosque
Había una vez en un bosque enorme y espeso, un leñador llamado Nicolás. Nicolás era un hombre fuerte y valiente que pasaba sus días cortando madera y disfrutando de la naturaleza. Sin embargo, había una historia que circulaba por los pueblos cercanos: se decía que un monstruo feroz habitaba en el fondo del bosque.
Un día, mientras preparaba su almuerzo, Nicolás decidió adentrarse más en el bosque para cortar leña. Lleno de entusiasmo, se puso su sombrero de paja y su chaqueta de cuero. Al caminar, comenzó a preguntarse sobre el famoso monstruo.
“¿Será tan feroz como dicen? ” se cuestionó sin dejar de avanzar. “Tal vez solo sea un mito inventado por los viajeros para asustar a los niños.” En ese momento, noto un movimiento entre los árboles. Sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sin embargo, decidió ignorarlo y siguió su camino.
Mientras tanto, el monstruo, que se llamaba Bruto, estaba demasiado ocupado tratando de disfrazarse con hojas y ramas para asustar a los incautos que pasaban por el bosque. No quería que lo descubrieran; él solo quería hacer amigos. ‘Si me disfrazo bien, tal vez alguien se acerque a mí, y podré jugar’, pensó Bruto muy emocionado.
Entonces, Nicolás, cargando su hacha y la cesta con su almuerzo, se encontró con una cueva extraña. “Debería entrar para ver si encuentro alguna buena pieza de madera,” pensó. Pero al acercarse, escuchó un grito.
“¡Gritó! ¡Ayuda! ” La voz provenía de la profundidad de la cueva. Nicolás, atrevido como siempre, decidió investigar. Entró con precaución y pronto se encontró con un pequeño animal atrapado entre piedras. “Tranquilo, pequeño. Te voy a rescatar,” le dijo Nicolás mientras movía las piedras y liberaba a la criatura.
Justo en ese instante, Bruto, que estaba escuchando desde fuera, se asustó al oír que alguien gritaba. “¡No puedo salir ahora! Si me ven se darán cuenta de que no soy un monstruo feroz,” pensó, aunque él también quería ayudar.
Finalmente, el pequeño animal, un conejito, agradeció a Nicolás. “Muchas gracias, leñador valiente. Fuiste muy rápido y valiente. Estoy feliz de estar libre,” dijo el conejito.
De repente, Bruto tuvo una idea. Pequeñito, decidió salir de su escondite. “¡Esperen! No soy un monstruo feroz, soy Bruto, un amigo.”
Nicolás giró rápidamente. “¿Un amigo? Pero... ¿por qué te disfrazaste? ”
“Tenía miedo de que me sospecharan,” respondió Bruto. “Solo quería jugar y no asustar.”
Nicolás se rió. “No hace falta disfrazarse para ser amigos. Todos tienen miedos, incluso aquel que parece feroz. Vamos a almorzar juntos y contarnos historias.”
Y así lo hicieron. Nicolás compartió su almuerzo con Bruto, el conejito, y juntos pasaron un día increíble, riéndose y explorando el bosque.
Desde entonces, Nicolás y Bruto se volvieron los mejores amigos. La historia del supuesto monstruo feroz cambió por completo, y el bosque dejó de ser un lugar de miedo y se convirtió en el espacio de aventuras y risas.
A partir de ese día, los tres, el leñador, el conejito y el ‘monstruo’, demostraron que lo desconocido no siempre es peligroso, y que a veces, un buen disfraz puede llevarte a la verdadera amistad. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.