El León Burlón y el Mosquito Amistoso



Había una vez, en la vasta y soleada sabana, un león llamado Leóncio. Todos en la selva lo adoraban, pero había algo que lo hacía especial: su risa. Leóncio siempre estaba bromeando y haciendo reír a los demás animales. Sin embargo, había un pequeño mosquito, llamado Mosquitín, que no encontraba gracioso que Leóncio siempre lo ignorara y lo tildara de 'molesto'.

Un día, mientras Leóncio se preparaba para contar su última broma a sus amigos, Mosquitín decidió que era hora de hacerse notar.

- ¡Hola, Leóncio! - zumbó Mosquitín, acercándose con valentía. -

El león dejó de reír y lo miró con sorpresa.

- ¿Qué quieres, Mosquitín? ¿Una broma? - preguntó Leóncio, burlón. -

- No, en realidad, quiero hablar contigo - dijo Mosquitín, con un poco de miedo. -

Leóncio se rió.

- ¡Hablar! ¡Pero si eres tan pequeño! - exclamó, haciéndose el desentendido.

Mosquitín sintió que lo ignoraban nuevamente y decidió actuar. En un abrir y cerrar de ojos, se posó sobre la nariz de Leóncio.

- ¡Tuve suficiente de tus burlas! - gritó con valentía el mosquito. -

Leóncio, sorprendido, intentó sacudírselo, pero no podía.

- ¡Ay, ay, ay! ¡Eso no es una forma de pedirme disculpas, Mosquitín! - se quejó el león.

- No estoy aquí para disculparme, sino para contarte que cada ser en la naturaleza tiene su razón de ser. - Mosquitín, fiel a su convicción, explicó. - A veces, tus bromas son demasiado y me hacen sentir pequeño e insignificante.

Leóncio, notando la seriedad en la voz de Mosquitín, se quedó en silencio. Entonces, comprendió que quizás, solo quizás, su forma de ser no era tan graciosa para todos.

- No quise hacerte sentir mal, Mosquitín. - admitió un poco avergonzado. -

Mosquitín, aliviado, decidió cambiar de táctica.

- Está bien, Leóncio. Pero, ¿qué te parece si hacemos un trato? - propuso. -

- ¿Qué tipo de trato? - preguntó Leóncio, intrigado.

- Podrías hacer tus bromas, pero asegurándote de no lastimar a nadie, y yo te prometo que te ayudaré, ¡sobre todo con esos días de calor! - respondió Mosquitín, zumbando emocionado.

Leóncio se rió.

- ¿Ayudarme tú? ¿Un mosquito? - No puedo creerlo. -

- ¡Claro! Si me dejas ayudarte, al menos no te picaré como venganza. - dijo Mosquitín, mientras daba un giro en el aire.

Leóncio rió a carcajadas por primera vez en mucho tiempo.

- Está bien, hagamos las paces. Desde ahora, yo seré el león más considerado de la selva. -

Y así, los dos hicieron un pacto de amistad. Desde ese día, Leóncio se esforzó en ser más amable con todos los animales, y Mosquitín se convirtió en su compañero inseparable, ayudando a Leóncio a recordar que, aunque era un rey, debían respetar y cuidar a todos por igual.

Con el tiempo, Leóncio nunca dejó de contar sus chistes; solo que ahora se aseguraba que los demás se rieran también. Y Mosquitín se volvió un gran colaborador, ayudando a los fieros leones a mantenerse frescos en los días calurosos, mientras afirmaban su amistad desde las alturas.

Y así, el león burlón aprendió a ser un buen amigo, mientras que Mosquitín demostró que hasta los más pequeños pueden hacer grandes cambios. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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