El león y el ratón


Había una vez en la selva un león llamado Leopoldo, que era el rey de todos los animales. Era fuerte y valiente, pero también muy glotón. Siempre estaba buscando algo delicioso para comer.

Un día, mientras caminaba por la selva en busca de su próxima comida, vio a un pequeño ratón llamado Ramiro. El león se relamió los labios al verlo y pensó: "¡Qué delicia sería comerte!".

Pero el ratón no se dejó intimidar por el imponente león y decidió enfrentarlo con valentía. Se acercó al león y dijo con voz temblorosa: "Por favor, señor león, ¡no me coma! Soy pequeño e indefenso".

El león soltó una carcajada y respondió burlonamente: "¿Crees que puedes hacerme frente? Eres tan insignificante que ni siquiera mereces mi atención". Ramiro no se dio por vencido y decidió usar su astucia para convencer al león de que no lo comiera.

Le propuso un trato: "Señor Leopoldo, si me perdonas la vida, algún día podré ayudarte cuando más lo necesites". El león soltó otra risotada aún más fuerte y exclamó: "¡Ayudarme tú? ¡Eso es ridículo!".

Pero algo en las palabras del ratón despertó su curiosidad, así que decidió darle una oportunidad. Pasaron los días y el tiempo fue pasando sin mayores incidentes entre ambos animales. Hasta que llegó el momento en que el rey de la selva se encontró atrapado en una trampa cazabobos.

Por más que intentaba liberarse, sus garras quedaban atrapadas y su rugido no era suficiente para asustar a los cazadores. En ese momento desesperado, Ramiro apareció corriendo y vio al león en apuros.

Sin pensarlo dos veces, se acercó a la trampa y comenzó a roer las cuerdas que lo mantenían prisionero. Pronto, el león quedó libre. Leopoldo estaba sorprendido y agradecido por la valentía del pequeño ratón.

"¡Ramiro! ¡Me has salvado la vida! Nunca imaginé que alguien tan pequeño pudiera ser tan valiente". Desde aquel día, el león y el ratón se hicieron amigos inseparables. Leopoldo aprendió que no hay que subestimar a nadie por su tamaño o apariencia, ya que todos tenemos algo valioso para ofrecer.

Y así, juntos recorrieron la selva ayudando a otros animales en problemas.

El león aprendió a ser más humilde y respetuoso con los demás habitantes de la selva, mientras que Ramiro demostró que el valor no está determinado por el tamaño sino por las acciones. Desde entonces, cada vez que alguien intentaba hacerle daño al ratón o al león, recordaban esa gran lección: nunca subestimes a nadie porque todos tenemos un potencial especial dentro de nosotros.

Y así termina esta historia de amistad y superación en donde un ratón enseñó al rey de la selva una importante lección: nunca juzgues por las apariencias y siempre valora a los demás, sin importar su tamaño.

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