El león y el refugio mágico



Isabella era una niña muy especial. Tenía 4 años y siempre estaba llena de alegría, cariñosa con todos y nunca perdía su buen humor.

Hace unos meses, comenzó a ir al jardín y desde entonces, había descubierto muchas cosas nuevas. Un día soleado, Isabella se levantó emocionada porque iba a tener una excursión con su clase al zoológico. Sus ojitos brillaban de emoción mientras se preparaba para el gran día.

Se puso su mochila rosa favorita y salió corriendo hacia la escuela. Cuando llegaron al zoológico, los niños se quedaron maravillados con todos los animales que veían. Isabella no podía contener su entusiasmo y corría de un lado a otro para verlo todo.

De repente, vio un león en una jaula enorme y se acercó junto a sus amigos. -¡Miren! ¡Un león! -exclamó emocionada-.

¿Sabían que es el rey de la selva? Los demás niños asintieron con la cabeza mientras observaban al imponente animal. Pero algo extraño ocurrió: el león parecía triste y aburrido. -¿Por qué está tan triste? -preguntó Isabella preocupada. La maestra explicó que el león vivía encerrado en la jaula desde hacía mucho tiempo y eso lo ponía triste.

Isabella sintió mucha pena por él y decidió hacer algo para ayudarlo. Al día siguiente en casa, Isabella dibujó un hermoso paisaje lleno de árboles, ríos y animales felices.

Luego, se lo llevó a su papá y le pidió que lo ayudara a construir un lugar similar para el león en el jardín. Papá sonrió y aceptó la propuesta de Isabella. Juntos, buscaron materiales y comenzaron a construir una gran jaula al aire libre.

La llenaron de pasto, árboles y plantas para que el león pudiera sentirse como en casa. Cuando todo estuvo listo, fueron nuevamente al zoológico con su proyecto especial.

Se acercaron al encargado y explicaron su idea para mejorar la vida del león. El hombre quedó impresionado por la creatividad de Isabella y decidió darle una oportunidad al proyecto. Así fue como poco a poco, el nuevo hogar del león fue tomando forma en el zoológico.

Isabella visitaba todos los días para ver cómo avanzaban las obras y siempre llevaba un dibujo o alguna golosina para alegrarle el día al león. Un mes después, finalmente abrieron las puertas de la nueva jaula del león.

Todos los niños del jardín fueron invitados a presenciar este momento especial. Cuando Isabella vio al león correr felizmente por su nuevo hogar, sintió una enorme satisfacción en su corazón.

Desde ese día, Isabella comprendió que podía hacer cosas maravillosas si ponía amor e imaginación en todo lo que hacía. Se convirtió en una niña aún más valiente y sabía que podía cambiar el mundo con pequeñas acciones. Y así siguió creciendo Isabella, siempre llena de alegría, cariñosa y siempre de buen humor.

Cada día descubría algo nuevo en el jardín y en su vida, recordando que con amor y creatividad, podía hacer la diferencia en el mundo. .

FIN.

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