El León y Su Sueño de Amistad
En lo profundo de la selva, vivía un león llamado Leo. A pesar de ser el rey de la selva, Leo se sentía solo. Su gran deseo era tener amigos con quienes compartir aventuras y risas. Sin embargo, los demás habitantes de la selva le tenían miedo debido a su majestuosa apariencia y su poderoso rugido.
Un día, Leo decidió que tenía que hacer algo para cambiar su situación. Se acercó a la charca donde tomaban agua los animalitos.
- ¡Hola, amigos! -rugió Leo con entusiasmo, aunque su voz sonó más temible de lo que había planeado.
Los animales se paralizaron, los ciervos comenzaron a correr y las aves alzaron vuelo, asustados.
- ¡Espera! -gritó una tímida tortuga llamada Tita, moviendo sus patitas en un intento de acercarse. - No queremos problemas, solo queremos tomar agua.
Leo no podía creerlo. La tortuga era la única que se había atrevido a acercarse.
- No estoy aquí para asustarlos, Tita. Solo estoy buscando amigos. -dijo Leo, intentando sonar más amigable.
- Pero, sos un león, y... bueno, los leones son peligrosos. -respondió Tita temblando un poco.
Leo suspiró. Sabía que su aspecto era imponente, pero no quería ser visto como un enemigo. En ese momento, tuvo una idea brillante.
- ¡Haré un concurso de saltos! -exclamó. - Invitaré a todos a participar. Aquellos que se atrevan a saltar más alto se llevarán una medalla dorada. Y prometo no rugir durante el concurso.
La tortuga se quedó pensando.
- Puede que sea divertido. Pero, ¿cómo vamos a convencer a los demás? -preguntó.
- ¡Tú puedes ayudarme! -dijo Leo con una sonrisa. - Si ellos ven que tú te atreves, quizás se animen a venir también.
Tita aceptó con timidez y juntos fueron por la selva proclamando el concurso. Poco a poco, los animales comenzaron a aparecer. Al principio, muchos se reían y decían que un león no podía ser amable. Pero cuando vieron a Tita participando, comenzaron a cambiar de opinión.
- ¡Mirá, la tortuga se atreve! -dijo un mono llamado Tito, saltando de una rama a otra. - ¿Por qué no deberíamos intentarlo también?
El día del concurso llegó, y toda la selva se llenó de emoción. Leo, muy consciente de su tamaño, se sentó en un lugar elevado para tener una mejor vista.
Con su inigualable voz, comenzó a contar.
- ¡Uno, dos, tres, que empiece el concurso! -y sin rugir, alentó a los participantes.
Los animales fueron saltando: el sapo, el ciervo, la cebra... Todos intentaban superar la altura del anterior. A medida que saltaban, las risas y el aliento del público crecieron. Leo estaba feliz viendo a todos disfrutar y olvidarse de sus temores.
Cuando el último participante saltó, todos se reunieron a escuchar a Leo, quien con una gran sonrisa exclamó:
- ¡Todos han sido increíbles! Cada uno recibió su medalla dorada por participar. ¡Pero el verdadero premio es la amistad que todos hemos creado hoy!
A partir de ese día, los animales comenzaron a acercarse a Leo, no con miedo, sino con curiosidad y respeto. Lleno de felicidad, Leo organizó más juegos y actividades, y todos los días la selva se llenaba de risas.
Finalmente, Leo no solo ganó amigos, sino que también se convirtió en un líder querido por todos. Nadie podía creer que un león tan grande pudiera ser tan amable, y la selva se volvió un lugar más unido y feliz.
- Gracias, Leo -dijo Tita un día. - Jamás pensé que un león podría ser tan buen amigo.
- Gracias a ustedes por darme la oportunidad de demostrarlo. -respondi Leo, mirando con ternura a sus nuevos amigos.
Desde aquel día, la amistad entre Leo y los demás animales prosperó, y la leyenda del gran león amable de la selva se contó a través de generaciones.
Leo había logrado que todos comprendieran que, más allá de las apariencias, lo que realmente importaba era el corazón.
FIN.