El León y Sus Amigos de la Selva
En lo profundo de la selva, vivía un león llamado Leo. A pesar de su gran melena y su poderosa rugido, Leo se sentía muy solo. Era un león fuerte, pero algo le pasaba: estaba molesto con sus amigos animales.
Un día, mientras todos jugaban a la orilla de un río, Leo los vio riéndose y divirtiéndose. Él se acercó, pero nadie pareció notarlo. Entonces, decidió irse de ahí, sintiendo que nadie lo necesitaba.
Esa tarde, Leo decidió dar un paseo por la selva. Mientras caminaba, se encontró con una elefanta llamada Elly.
"¿Dónde vas, Leo? Te vemos muy triste."
"No me importa, Elly. Nadie juega conmigo, siempre se divierten sin mí. ¡Ya no quiero ser parte de eso!"
"Leo, tal vez deberías decirles cómo te sientes. A veces, no nos damos cuenta de que alguien está triste."
Leo suspiró, pero no estaba seguro de si quería hablar con sus amigos. En cambio, se dirigió a una cueva cercana y decidió descansar. Entre los ecos de la cueva, escuchó un ruido extraño. Se asomó y vio a una tortuga llamada Tula tratando de salir de un arbusto espinoso.
"¿Puedo ayudarte?" -le preguntó Leo.
"No, yo puedo sola. Pero gracias, Leo. A veces uno tiene que lidiar con sus problemas."
"Pero, yo no quiero estar solo. Todos se divierten y yo... estoy aquí, molesto."
Tula lo miró con comprensión:
"A veces, tenemos que ser valientes y enfrentar las cosas que nos molestan. Habla con ellos, exponé tus sentimientos."
Pero Leo no estaba convencido. Entonces decidió seguir su camino. Pasó por un claro donde un grupo de pájaros estaba cantando alegres. En ese momento, se sintió aún más triste. Justo en ese instante, el loro Lolo se acercó a él.
"¡Hola, Leo! No te hemos visto en un tiempo. ¿Todo bien?"
"No, Lolo. No me siento bien. Me siento excluido y molesto."
"¿Y por qué no nos dijiste antes? Todos te extrañamos. Puede que no lo supiéramos, pero seguro que nos importas."
Leo se sorprendió. Quizás sus amigos realmente lo extrañaban. Así que se armó de valor y les habló sobre sus sentimientos. El grupo de animales se reunió alrededor de él.
"Chicos, me siento muy solo y molesto porque no siento que me incluyan en sus juegos."
El canguro Kiki dio un paso adelante:
"Leo, no es nuestra intención hacerte sentir así. El juego no es igual sin vos. ¿Podrías jugar con nosotros?"
"Sí, ¡eres parte de nuestra felicidad!" -exclamó Elly.
Los ojos de Leo se iluminaron y decidió unirse al juego. Pero, al notar que no era solo un asunto de confesión, también les sugirió un nuevo juego. Fue así como ideó un juego que incluía diferentes habilidades de todos.
"Propongo un juego de equipos. ¡Cada uno tiene algo único que ofrecer!"
Así, diseñaron el juego “Selva unida”, en donde cada animal debía mostrar su mejor habilidad. Leo tenía una excelente idea:
"Yo seré el líder y luego, cada uno de ustedes mostrará lo que mejor sabe hacer."
Los animales se divirtieron mucho y, al final del día, se dieron cuenta de que juntos eran más fuertes y que cada uno aportaba algo especial. Leo, sonriendo, dijo:
"Gracias, amigos, por escucharme. Me siento mucho mejor ahora que sé que puedo contar con ustedes."
"Estamos aquí siempre para vos, Leo. Nunca más te sentirás solo."
Desde ese día, Leo entendió la importancia de hablar y expresar lo que siente. La amistad en la selva se fortaleció, cada animal sabía que podía compartir sus inquietudes, y juntos, disfrutaban más de cada momento. Así, Leo y sus amigos aprendieron que la comunicación es clave para mantener felices a todos, y que cada uno es especial en su propia manera. Fin.
FIN.