El libro de los cuentos perdidos



Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, una niña llamada Amelia.

Amelia era una niña curiosa y soñadora a la que le encantaba sumergirse en los libros para escapar de la realidad y vivir aventuras increíbles. Un día, mientras paseaba por la plaza del pueblo, Amelia encontró un libro muy antiguo y misterioso en un banco. Lo abrió con cuidado y comenzó a leer las primeras páginas.

De repente, sintió como si el suelo temblara bajo sus pies y antes de darse cuenta, se encontraba dentro del libro. Amelia se sorprendió al ver que estaba en un bosque encantado lleno de criaturas mágicas.

Un hada se acercó a ella y le dijo: "Bienvenida a nuestro mundo, querida Amelia. Estabamos esperando tu llegada". Amelia no podía creer lo que veían sus ojos, pero decidió dejarse llevar por la magia del momento.

"¿Cómo es posible esto? ¿Dónde estoy?", preguntó Amelia con asombro. "Estás en el mundo de los cuentos, donde todo es posible si te atreves a soñar", respondió el hada con una sonrisa brillante.

El hada guió a Amelia a través del bosque hasta llegar al castillo del rey de los cuentos. Allí, el rey le contó a Amelia sobre una malvada bruja que había hechizado el reino y les había robado la magia a todos los habitantes. "Necesitamos tu ayuda, Amelia.

Solo alguien con tanta imaginación como tú puede ayudarnos a vencer a la bruja y devolverle la magia al reino", dijo el rey con esperanza en sus ojos.

Amelia aceptó valientemente el desafío y junto con sus nuevos amigos emprendieron un viaje lleno de peligros y aventuras. Enfrentaron dragones feroces, salvaron princesas encerradas en torres altas y resolvieron acertijos complicados. Finalmente, llegaron al castillo de la bruja donde se libró una gran batalla entre el bien y el mal.

Con ingenio e imaginación, Amelia logró vencer a la bruja y devolverle la magia al reino. El rey de los cuentos le dio las gracias emocionado: "Gracias por traer luz nuevamente a nuestro mundo, querida Amelia. Nunca olvidaremos tu valentía".

Con una sonrisa en su rostro, Amelia cerró el libro mágico y volvió al banco en la plaza del pueblo justo antes de que anocheciera. Guardó el libro bajo su brazo con gratitud por todas las aventuras vividas.

Desde ese día, cada vez que necesitaba salir de la realidad para vivir nuevas experiencias extraordinarias, solo tenía que abrir aquel libro especial que guardaba celosamente como su tesoro más preciado.

FIN.

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