El libro de los deseos compartidos



Había una vez un niño llamado Ñino que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Ñino era conocido por su generosidad y su gran corazón, siempre dispuesto a ayudar a los demás.

Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, Ñino encontró un libro mágico abandonado en una banca. Sin pensarlo dos veces, lo tomó entre sus manos y comenzó a leerlo.

Al abrir el libro, Ñino se dio cuenta de que podía hacer realidad cualquier deseo que tuviera. Pero en lugar de usarlo para sí mismo, decidió utilizar su magia para ayudar a los demás. Desde ese momento, Ñino se convirtió en el héroe del pueblo.

Ayudaba a las personas mayores a cruzar la calle, recogía la basura del parque y compartía su almuerzo con aquellos que no tenían comida. Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, Ñino vio a un niño triste mirando unas golosinas en la tienda de caramelos.

Se acercó al niño y le preguntó qué le pasaba. "No tengo suficiente dinero para comprar mis dulces favoritos", respondió el niño con tristeza. Ñino sonrió y sacó su libro mágico.

"¡No te preocupes! Puedo hacer realidad tu deseo". El niño no podía creer lo que estaba escuchando. Con ojos llenos de emoción, señaló las golosinas que tanto anhelaba. Sin perder tiempo, Ñino pronunció una palabra mágica y ¡zas! Las golosinas aparecieron en las manos del niño.

El pequeño no podía contener su alegría y agradeció a Ñino con un abrazo. A medida que pasaba el tiempo, Ñino continuó utilizando su libro mágico para ayudar a los demás.

Arreglaba bicicletas rotas, plantaba árboles en el parque y construía casitas para los pájaros sin hogar. Pero un día, cuando Ñino estaba leyendo su libro mágico en casa, se dio cuenta de algo preocupante.

Cada vez que usaba la magia para ayudar a los demás, el libro se volvía más pequeño y débil. Ñino entendió que si seguía usando la magia de esa manera, eventualmente el libro desaparecería por completo. Y sin él, ya no podría hacer realidad los deseos de las personas.

Entonces tomó una decisión valiente: dejaría de usar la magia para sí mismo y solo lo usaría cuando realmente fuera necesario. El pueblo pronto se dio cuenta de que Ñino ya no hacía grandes gestos de magia como antes.

Pero eso no importaba porque ahora les enseñaba cómo ser generosos y amables unos con otros. Con cada acto de bondad, el corazón del pueblo crecía más fuerte y todos comenzaron a compartir lo poco o mucho que tenían entre ellos.

Y así, gracias a Ñino y su ejemplo inspirador, el pueblo se convirtió en un lugar lleno de amor y solidaridad.

Y aunque Ñino ya no tenía la magia del libro mágico para hacer realidad los deseos de las personas, descubrió algo aún más poderoso: la capacidad humana para compartir y ayudarse mutuamente. Y así, Ñino vivió felizmente el resto de sus días, sabiendo que había hecho del mundo un lugar mejor.

FIN.

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