El Libro Mágico
Era una tarde soleada y tranquila cuando José y Diana decidieron explorar el viejo desván de la abuela de José. Allí, entre cajas de recuerdos y polvo, se encontraron con un libro enorme y polvoriento, con tapas de cuero y un pequeño candado que parecía esperar ser abierto.
"Mirá este libro, Diana. Es raro... nunca lo había visto antes" - dijo José, curioso.
"Parece mágico. ¿Te imaginas qué historias habrá adentro?" - respondió ella emocionada.
Con un movimiento rápido, José intentó abrir el candado, y para su sorpresa, se destrabó con un simple toque. Al abrir el libro, una luz brillante llenó la habitación y, en un instante, se encontraron en un mundo de colores vibrantes y criaturas fantásticas.
"¡Wow! ¿Dónde estamos?" - preguntó Diana, mirando a su alrededor.
"No tengo idea, pero es increíble" - dijo José, todavía asombrado por la maravilla del lugar.
De repente, un joven apareció entre los árboles. Era Alex, un chico de su edad, con una sonrisa amable y ojos brillantes.
"¡Hola! Bienvenidos al País de la Lectura. Soy Alex y puedo ayudarles a descubrir este lugar mágico" - dijo él, con entusiasmo.
José y Diana lo miraron con curiosidad.
"¿País de la Lectura? ¿Qué es eso?" - preguntó Diana.
"Aquí todos los libros cobran vida. Cada vez que alguien lee, pueden ver las historias que habitan en este mundo. ¡Vamos! Les mostraré todo" - respondió Alex, llevándolos a un sendero lleno de brillantes páginas de libros flotantes.
Pronto, llegaron a un lago donde los personajes de cuentos clásicos nadaban y jugaban.
"¡Es Caperucita Roja!" - exclamó Diana. "Y ¡mira! ¡Ahí está el lobo!"
"¡Espera! No te acerques mucho. Él puede ser un poco travieso" - advirtió Alex, riendo.
Continuaron explorando y descubrieron un castillo donde vivía el rey Sapo, quien tenía un problema: su reino estaba lleno de páginas en blanco.
"Necesito ayuda. Necesitamos más historias y los lectores en el mundo real nos han olvidado. Sin lectores, todo estará en blanco" - dijo el rey, triste.
José miró a Diana y luego a Alex.
"Podemos ayudarlo. Si logramos que más chicos lean, quizás sus historias vuelvan a la vida" - propuso José.
"Sí, ¡hagámoslo!" - concordó Diana. "¡Podemos hacer una gran fiesta de lectura!"
Alex sonrió, "¡Eso es brillante! Vamos a invitar a todos los personajes de cuentos a la fiesta y contaremos muchas historias".
Los tres amigos se pusieron manos a la obra. Llenaron el castillo con colores, risas y cuentos. Todos se reunieron y, cuando empezaron a leer en voz alta, las páginas en blanco comenzaron a llenarse de historias, imágenes y personajes.
El rey Sapo, emocionado, agradeció a los niños.
"Gracias, valientes amigos. ¡Han traído la magia de la lectura de vuelta a nuestro mundo!"
Y así, con la alegría del rey y el renacer de las historias, José, Diana y Alex se despidieron de sus nuevos amigos, sabiendo que habían hecho una gran diferencia.
"¿Volveremos a visitar?" - preguntó Diana mientras se acercaban al libro que los llevó hasta allí.
"Siempre que leamos, podremos volver. La lectura nos conecta a todos" - contestó José, abriendo el libro.
Con un destello de luz, regresaron a su hogar, pero esta vez llenos de historias para contar y con la promesa de nunca dejar de leer.
Y así, el mágico libro quedó en el desván, esperando ser descubierto nuevamente, porque cada lectura trae consigo un nuevo mundo de aventuras.
FIN.