El libro mágico de Alondra


Había una vez una niña llamada Alondra, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos y árboles frutales. Alondra era una niña muy especial, siempre estaba llena de energía y entusiasmo por aprender cosas nuevas.

Desde muy pequeña, Alondra tenía la costumbre de buscar los abrazos de su mamá. Cada mañana, al despertar, corría a su habitación para darle un gran abrazo y decirle cuánto la quería.

La mamá de Alondra siempre le correspondía con amor y ternura. Pero no solo buscaba los abrazos de su mamá, también quería mucho a su papá. Siempre estaba dispuesta a ayudarlo en todo lo que necesitara: desde regar las plantas hasta limpiar el auto.

A cambio, su papá le enseñaba muchas cosas interesantes sobre la naturaleza y cómo cuidar el medio ambiente. Alondra también tenía un hermanito menor llamado Simón. Él siempre la veía con admiración y orgullo por ser tan estudiosa.

Desde que Alondra aprendió a leer, se convirtió en la bibliotecaria del hogar y organizaba tardes de lectura para toda la familia. Un día, mientras exploraban el bosque cercano a su casa, Alondra encontró un libro antiguo escondido entre las ramas caídas.

Era un libro mágico lleno de historias fascinantes sobre aventuras increíbles.

Al abrirlo, una nube multicolor salió disparada del libro e invitó a Alondra y a su familia a entrar en él para vivir todas esas maravillosas aventuras en persona. Sin pensarlo dos veces, Alondra y su familia se adentraron en el libro mágico. Dentro del libro, se encontraron con personajes fantásticos como duendes juguetones, hadas parlanchinas y animales que hablaban.

Cada página era una nueva aventura llena de desafíos y enseñanzas. En una de las historias, Alondra aprendió la importancia de la perseverancia. Conoció a un pequeño ratón llamado Nico, que tenía el sueño de volar como los pájaros.

A pesar de ser pequeño y tener alas muy frágiles, Nico nunca dejó de intentarlo hasta lograrlo. En otra historia, Alondra descubrió lo valioso que es compartir con los demás.

Conoció a un árbol mágico que solo daba frutos cuando las personas eran generosas entre sí. Alondra entendió entonces que compartir no solo nos hace felices a nosotros mismos, sino también a quienes nos rodean.

Después de vivir muchas aventuras en el mundo del libro mágico, Alondra y su familia finalmente regresaron al pueblo.

Pero esta experiencia les había dejado un gran aprendizaje: siempre buscar abrazos llenos de amor como los de mamá, querer mucho a papá por todo lo que enseña y sentirse orgullosa por ser estudiosa para inspirar a su hermanito Simón. Desde aquel día en adelante, Alondra siguió siendo empeñosa en aprender cosas nuevas cada día. Se convirtió en una niña sabia y valiente que siempre buscaba la manera de hacer feliz a los demás.

Y así fue cómo Alondra demostró que con amor, perseverancia y generosidad, se puede lograr cualquier cosa. Fin.

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