El libro mágico de las emociones



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegría, dos hermanas llamadas Emma y Pilar. Emma era una niña curiosa y aventurera, siempre buscando nuevas experiencias.

Por otro lado, Pilar era más tranquila y reflexiva, disfrutaba de la lectura y de pasar tiempo en su jardín. Un día soleado de primavera, mientras jugaban en el patio trasero de su casa, Emma encontró un libro antiguo escondido detrás de unas macetas.

El libro tenía en la portada la palabra —"Emociones"  escrita con letras doradas. Intrigada por lo que podría contener, Emma llamó a su hermana para que lo leyera juntas.

"¡Mira Pilar! Encontré este libro sobre emociones, ¿crees que deberíamos leerlo?" - dijo Emma emocionada. Pilar tomó el libro entre sus manos y asintió con una sonrisa. Juntas se sentaron bajo la sombra de un árbol y comenzaron a hojear las páginas amarillentas del viejo libro.

Descubrieron que cada página hablaba sobre una emoción diferente: alegría, tristeza, miedo, enojo y muchas más. A medida que leían, las hermanas empezaron a reconocer esas emociones en sí mismas y en los demás.

Aprendieron que todas las emociones eran naturales y que cada una tenía su propósito. La alegría les hacía reír juntas sin parar; la tristeza las acercaba cuando necesitaban consolarse mutuamente; el miedo las impulsaba a protegerse; y el enojo les enseñaba a expresar sus opiniones de manera asertiva.

Una tarde, mientras caminaban por el bosque cercano a su casa, se encontraron con un zorrito solitario que parecía muy triste. Emma se acercó con cuidado al animalito y lo acarició suavemente. "Pobrecito zorrito...

debe sentirse solo" - dijo Pilar con compasión. Emma recordó lo que habían aprendido del libro sobre la empatía y decidió quedarse un rato junto al zorrito para hacerle compañía.

Con el tiempo, el zorrito levantó la cabeza y les regaló una mirada llena de gratitud antes de correr hacia el bosque. Las hermanas continuaron explorando juntas el mundo de las emociones, descubriendo cómo éstas podían influir en sus acciones y relaciones con los demás.

Aprendieron a comunicarse abiertamente sobre lo que sentían sin temor al juicio o al rechazo. Una noche estrellada, mientras cenaban bajo el cielo despejado, Pilar miró a su hermana con cariño y le dijo:"Gracias por ayudarme a descubrir este maravilloso mundo de emociones.

Ahora sé que no importa qué emoción sintamos, siempre estaremos juntas para apoyarnos. "Emma sonrió dulcemente y le respondió:"Somos como los colores de un arcoíris: diferentes pero complementándonos perfectamente.

"Y así, entre risas compartidas e abrazos cálidos bajo la luz de las estrellas, Emma y Pilar siguieron creciendo juntas explorando el infinito universo de sus propias emociones.

FIN.

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