El libro mágico de Lila



Había una vez, en una ciudad llena de luces brillantes y ruidos animados, una niña llamada Lila. Lila tenía el cabello rizado y una gran curiosidad por todo lo que la rodeaba, pero su amor por los libros era aún más grande. Pasaba horas en la biblioteca de su barrio, devorando historias de aventuras, magia y amistad.

Un soleado día de primavera, mientras exploraba el centro de la ciudad, Lila se distrajo al ver una librería antigua.

"¡Mirá!" - exclamó Lila con entusiasmo. "Nunca vi una librería tan hermosa."

Decidió entrar y, al poco tiempo, quedó fascinada por el olor a papel y la calidez de las páginas de los libros. Se perdió entre estantes repletos de historias por descubrir. Pero al salir, Lila se dio cuenta de que había caminado tan lejos que no reconocía ningún lugar. Estaba perdida.

"Oh, no. ¿Qué voy a hacer?" - murmuró la niña, sintiendo que la preocupación la invadía.

Pero en lugar de dejarse llevar por el miedo, Lila recordó un libro que había leído sobre un niño que se había perdido en un bosque y había encontrado el camino de vuelta siguiendo las estrellas. Decidió que buscaría su camino de regreso utilizando su ingenio y la información que había aprendido de los libros.

Primero, observó que en la plaza había un grupo de niños jugando a la pelota. Se acercó a ellos.

"Hola, chicos. ¿Podrían ayudarme? Me he perdido. Estoy buscando mi casa."

Uno de los niños, llamado Juan, la miró con simpatía.

"Claro, ¿de dónde sos?" - preguntó.

"Vivo cerca de la biblioteca."

Juan se puso a pensar y luego dijo:

"Yo conozco un par de calles. Vamos a buscarla juntos."

Lila se sintió aliviada y emocionada al tener compañía. Mientras caminaban, conversaron sobre sus libros favoritos. Lila le contó a Juan sobre un libro de aventuras en el que un grupo de amigos superaba obstáculos. Juan respondió con entusiasmo.

"Me encantan las historias de aventuras. Quizás deberíamos hacer nuestra propia aventura."

La idea sonó divertida, así que decidieron que cada vez que llegaran a un cruce, elegirían un camino al azar, como en un libro de elige tu propia aventura. Comenzaron a explorar, cada opción era una nueva página en su historia.

Pero, a medida que avanzaban, Lila se dio cuenta de que ya no recordaba el camino a casa.

"¿Y si nunca encontramos mi casa?" - preguntó, sintiendo un pequeño nudo en su estómago.

"No te preocupes. Siempre se puede encontrar el camino. Además, tenemos libros y aventuras en nuestras manos. Vamos a seguir buscando."

Así, siguieron su camino, y de repente se toparon con un parque. Lila recordó que en un libro le había leído sobre un árbol gigante que podía ser un buen punto de referencia.

"¡Mirá! Ese árbol parece muy alto. ¿Vamos a verlo?" - sugirió Lila.

Llegaron al árbol y desde ahí, Lila observó todo su alrededor. Entonces vio el edificio de la biblioteca que le era conocido.

"¡Allí está!" - gritó Lila, señalando con entusiasmo.

"¡Genial! Vamos hacia allá."

Cuando llegaron a la biblioteca, Lila sintió un alivio inmenso. Se despidió de Juan con una sonrisa y le agradeció por su ayuda.

"No podría haberlo hecho sin vos. ¡Hiciste de este un gran día!"

Juan le sonrió.

"Vinimos a hacer una aventura y creo que lo logramos. Nos vemos en la plaza, ¿sí? También tengo que mostrarte el libro que más me gusta."

Lila asintió, prometiendo que se verían nuevamente.

Una vez en casa, Lila supo que no solo había aprendido a no tener miedo a lo desconocido, sino que había vivido su propia aventura. En los días siguientes, llenó su habitación con libros nuevos y viejos, cada uno contándole una historia diferente acerca de las aventuras que aún la esperaban.

Y así, en medio de las páginas de sus cuentos, Lila comprendió que el mundo, al igual que un buen libro, siempre tiene una trama emocionante esperando ser descubierta.

FIN.

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