El libro mágico de Luna



Había una vez una bebita llamada Luna. Desde muy pequeñita, mostraba un gran interés por los libros y los cuentos. Sus papás y abuelitos siempre le leían historias antes de dormir, lo cual a ella le encantaba.

Un día, mientras exploraba su habitación, Luna encontró un libro especial que no había visto antes. Tenía un dibujo de un castillo en la portada y letras doradas que decían "El misterio del castillo encantado".

Luna estaba emocionada por descubrir qué secretos guardaba ese libro. Luna llevó el libro a sus papás y les pidió que se lo leyeran. Sus papás aceptaron encantados y comenzaron a leerle la historia del castillo encantado.

La historia hablaba sobre una princesa valiente llamada Valentina, quien debía enfrentar diferentes desafíos para liberar al reino de la maldición que había caído sobre él.

A medida que avanzaban en la lectura, Luna se imaginaba ser como Valentina: valiente y decidida a enfrentar cualquier obstáculo. Su curiosidad crecía cada vez más y quería saber cómo terminaría esa emocionante aventura. Cuando llegaron al final del libro, todos quedaron sorprendidos porque faltaban las últimas páginas.

A pesar de eso, Luna no se dio por vencida y decidió inventar su propia continuación para la historia. Una tarde soleada, mientras jugaba con sus peluches en el jardín trasero de su casa, Luna notó algo extraño detrás de unos arbustos altos.

Se acercó cautelosa y descubrió una puerta secreta en el suelo. Sin pensarlo dos veces, decidió abrirla y entrar. Al otro lado de la puerta, Luna se encontró con un mundo mágico lleno de criaturas fantásticas y paisajes maravillosos.

Era como si hubiera entrado en el castillo encantado del libro. Estaba emocionada por vivir su propia aventura. Luna se adentró en ese mundo desconocido, explorando cada rincón y ayudando a los seres mágicos que encontraba en su camino.

Aprendió lecciones valiosas sobre amistad, generosidad y coraje. "¡Hola! Soy Luna, ¿cómo te llamas?"- preguntó Luna a una hadita que estaba sentada sobre una flor gigante. "Soy Florinda, me has salvado de una telaraña gigante.

Gracias por tu valentía"- respondió la hadita con una sonrisa brillante. Después de muchos días de aventuras y enseñanzas, Luna comenzó a extrañar a sus papás y abuelitos. Quería compartir todas las experiencias increíbles que había vivido en ese mundo mágico con ellos.

Decidió buscar el camino de regreso al jardín trasero de su casa. Con tristeza dijo adiós a sus nuevos amigos fantásticos pero sabía que siempre podrían visitarse en sueños.

Cuando salió por la puerta secreta, se encontró nuevamente en su habitación rodeada de sus libros y peluches favoritos. Corrió hacia sus papás para contarles todo lo ocurrido: las criaturas mágicas que había conocido, los desafíos superados y cómo había aprendido a ser valiente y generosa.

Sus papás estaban asombrados por la imaginación y el coraje de Luna. Comprendieron que su curiosidad y amor por los libros habían llevado a su pequeña hija a vivir una aventura inolvidable.

Desde ese día, Luna continuó explorando el mundo de los cuentos, siempre con la certeza de que en cada historia hay un mensaje especial esperando ser descubierto. Aprendió que no importa cuán pequeño o grande seas, siempre puedes encontrar tu propio castillo encantado si sigues tus sueños y nunca te rindes.

Y así, Luna creció rodeada del amor de sus papás y abuelitos, convirtiéndose en una niña llena de imaginación y sabiduría.

Siempre recordaría aquel mágico viaje como una experiencia que le enseñó la importancia de seguir sus pasiones y nunca dejar de soñar.

FIN.

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