El Libro Mágico de Sajoni



Era un día soleado en el pueblo de Colores, donde la pequeña Sajoni vivía. Ella era una niña especial, con un enorme amor por los dibujos y la naturaleza, aunque a veces le costaba entender sus propias emociones. Un día, mientras exploraba el viejo ático de su casa, encontró un libro cubierto de polvo y telarañas.

Cuando lo abrió, luces brillantes comenzaron a salir de sus páginas, y una voz suave y melodiosa susurró:

"Hola, Sajoni. Soy el Libro de las Emociones. Estoy aquí para ayudarte a entender lo que sientes."

Sajoni, sorprendida, exclamó:

"¡Hola! ¿De verdad puedes ayudarme? A veces no sé si estoy feliz o triste, o si siento algo diferente."

"Claro que sí. Vamos a hacer un viaje juntas por el país de las emociones. ¿Estás lista?"

- “¡Sí! ” dijo Sajoni, con una sonrisa ansiosa en su rostro.

El libro abrió una puerta que la llevó a un lugar mágico, donde cada emoción tenía su propio paisaje. Primero llegaron a un extenso campo amarillo, lleno de sol y risas. Allí se encontraba la Felicidad, una luz brillante con alas de mariposa.

"Hola Sajoni, soy la Felicidad. A veces, cuando sientes una calidez en tu corazón y ganas de reír, es porque estoy contigo. ¿Quieres jugar?"

Sajoni, llenándose de alegría, comenzó a saltar y a girar, sintiendo cómo la Felicidad la envolvía.

Luego, el libro la llevó a un oscuro bosque donde una nube gris vagaba. Era la Tristeza, que con su voz suave le dijo:

"Hola Sajoni, no temas. A veces, la Tristeza nos ayuda a apreciar los momentos felices. Cuando sientes que lloras, significa que estoy contigo. Pero recuerda, siempre hay luz al final del túnel."

- “¿Es cierto que la tristeza es importante? ” preguntó Sajoni, intrigada.

- “Sí, pequeña. A veces, debemos sentir la tristeza para poder apreciar mejor la felicidad.”

Sajoni se sintió un poco más tranquila al escuchar esto. Siguieron caminando y llegaron a un charco agitado. Allí se encontraba la Ira, con un rostro rojo y chispeante.

"Hola, Sajoni. Soy la Ira. A veces, siento que el mundo me molesta y quiero gritar. Pero la Ira también puede ser energía para defender lo que es justo. Hay que aprender a canalizarme."

- “¿Y cómo hago eso? ” preguntó Sajoni, intrigada.

- “Cuando sientas la Ira, respira hondo y cuenta hasta diez. Así podrás elegir cómo actuar.”

Cada emoción tenía su propio lugar, y Sajoni aprendió a identificarlas una a una. A medida que avanzaban, llegaron a un hermoso lago donde la Serenidad esperaba.

"Hola Sajoni. Soy la Serenidad. A veces, necesitamos calma en nuestro corazón y mente. Cierra los ojos y escucha el silencio. Aquí encuentras paz."

Sajoni cerró los ojos y sintió una brisa suave que la abrazaba.

Mientras caminaron, se encontraron con el Miedo en un oscuro castillo.

"Soy el Miedo. A veces, me hace sentir pequeño, pero soy útil. Te mantengo alerta ante los peligros. Al enfrentarme, podrás ser más valiente."

- “¿Y cómo se enfrenta al miedo? ” preguntó Sajoni con curiosidad.

- “Habla de ello, comparte tus temores. Así se vuelven más pequeños.”

Finalmente, llegaron al Jardín de la Confusión, donde había muchas flores de diferentes colores.

"Hola Sajoni, soy la Confusión. A veces puede ser difícil entender lo que siento, pero eso está bien. Darme tiempo, reflexionar y preguntarme hará que todo sea más claro."

Sajoni se dio cuenta de que cada emoción tenía su importancia, y que era normal sentirse diferente en diferentes momentos. Con cada enseñanza, una luz brillante en su pecho crecía.

"Gracias, Libro de las Emociones. Ahora sé que cada emoción es un faro que me guiará en mi vida. ¡Son especiales!"

"Así es, Sajoni. Siempre estarán contigo, y ahora podrás reconocerlas y hablar de ellas. Recuerda, sentir es parte de ser humano."

Cuando Sajoni volvió a su hogar, se sintió más segura de sí misma. Compartió lo aprendido con su familia y amigas, y cada día se acordaba de las enseñanzas del libro. Al reconocer sus emociones, empezó a vivir momentos aún más felices y a manejar los difíciles.

Desde ese día, Sajoni se convirtió en una defensora de la expresión emocional en su escuela, ayudando a otros niños a hablar sobre lo que sentían. Siempre recordando que cada emoción tiene algo valioso que enseñar.

FIN.

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