El Llamado de Lautaro



Lautaro era un adolescente de 15 años, con una actitud desafiante y un corazón que parecía estar hecho de espinas. Vivía en un barrio donde el ruido y las peleas eran parte del día a día. Su familia pasaba por momentos difíciles, y eso lo tenía muy frustrado. Sus padres siempre estaban discutiendo, y él se sentía como un fantasma en su propio hogar.

Un día, mientras paseaba por el barrio, Lautaro se encontró con un folleto que anunciaba un comedor comunitario. Al principio, no le interesó, pero su madre lo llamó desde la ventana y le dijo: "Lautaro, tenés que ir a ayudar al comedor. Es importante para la gente del barrio"-.

Así fue como Lautaro terminó en el comedor esa tarde. Cuando llegó, se encontró con un grupo de chicos de su edad, sirviendo comida y ayudando a los más necesitados. Al principio, se sintió incómodo y fuera de lugar. Pero algo en el lugar lo intrigaba. La gente estaba agradecida, y la bondad que emanaba de los voluntarios era contagiosa.

El encargado del comedor, el señor Alberto, lo vio con cara de desánimo y se acercó a él. "Che, pibe, ¿qué hacés con esa cara larga?"- le preguntó con una sonrisa. Lautaro, sorprendido por la amabilidad, solo encogió los hombros. "No sé, me mandaron a ayudar y no estoy muy convencido"-.

"Dale, el servicio a los demás a veces puede cambiar nuestra forma de ver las cosas. Vení, ayúdame a repartir los platos"- le dijo el señor Alberto.

Esa noche, mientras Lautaro repartía la comida, algo en su interior comenzó a cambiar. Notó la felicidad en los rostros de los que recibían la ayuda y la alegría de sus compañeros al estar juntos.

Después de varias semanas ayudando, Lautaro comenzó a notar que el lugar le traía paz. Un día, mientras ayudaba a limpiar, escuchó a un grupo de jóvenes hablando sobre la vida y sus sueños. "Yo quiero ser líder, hacer algo grandioso"- dijo una chica llamada Ana. Eso resonó en Lautaro. "¿Y cuándo piensan comenzar?"- preguntó, intrigado.

"Ahora mismo, ¿qué estás esperando?"- le respondió Ana, sonriendo. Eso fue como un balde de agua fría para Lautaro, pero a la vez una chispa en su corazón. Fue el momento en que decidió que quería ser parte de algo más grande.

Con el tiempo, Lautaro fue ganando confianza y se volvió un pilar en el comedor. Creó actividades para los niños del barrio, organizando torneos de fútbol y tardes de juegos. "Mirá, Lautaro, los niños te admiran. Eres un gran líder"- le dijo el señor Alberto.

Sin embargo, no todo fue fácil. Algunos en el barrio comenzaron a criticarlo, diciendo que había cambiado su forma de ser. Lautaro se sintió herido, pero recordó las palabras de su amigo. "A veces, hacer lo correcto no es lo fácil. Pero si te empujás, vas a ver lo bueno que podés lograr"-.

La noche de la gran cena del comedor, donde se reunirían todos, Lautaro sintió unos nervios extraños en su estómago. Decidió tomar el micrófono y compartir su historia. "No siempre he sido el mejor pibe. Pero ayudar a los demás ha cambiado mi vida"-.

La habitación se llenó de aplausos y sonrisas. En ese momento, entendió que su deseo de liderar no solo se trataba de ser el primero, sino de inspirar a otros a hacer el bien. A partir de allí, comenzó a soñar en grande.

Pasaron los años y Lautaro se convirtió en un modelo a seguir para muchos jóvenes de su barrio. Se dedicó a ayudar a los necesitados y a motivar a aquellos que se sentían perdidos como él una vez estuvo. Siempre recordaba la primera vez que estuvo en aquel comedor. "La vida puede cambiar si uno se lo propone, y siempre hay oportunidades para ser mejor"- solía repetir.

Así, de un adolescente rebelde a un verdadero líder, Lautaro nos enseña que las segundas oportunidades pueden crear futuros brillantes.

FIN.

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