El Lobizón Travieso



Había una vez un bosque llamado Lilin Iker, donde vivían muchos animales y plantas. En este bosque, crecían árboles muy especiales: los árboles lobizón. Los árboles lobizón eran muy raros y poderosos.

Se decía que tenían la capacidad de conceder deseos a quienes se acercaran a ellos con respeto y humildad. Pero también se decía que, si alguien les faltaba el respeto o los dañaba, podían convertirse en terribles criaturas nocturnas.

Un día, llegó al bosque un niño llamado Juanito. Era un niño curioso y aventurero, pero también era muy travieso y desobediente. Al ver los árboles lobizón, no pudo resistir la tentación de tocarlos y jugar con ellos.

"¡Mira qué árboles tan raros! Quiero subirme a uno", dijo Juanito mientras trepaba por el tronco de uno de los árboles lobizón. Pero justo cuando estaba llegando a la cima del árbol, algo extraño comenzó a sucederle.

Sus manos se convirtieron en garras afiladas, sus pies se hicieron patas peludas y su rostro se transformó en el de un lobo ferocidad. Juanito había despertado la maldición del árbol lobizón al faltarle el respeto. Ahora era un lobizón más en el bosque Lilin Iker.

Al principio, Juanito disfrutó su nueva forma porque le permitió correr libremente por el bosque sin restricciones humanas. Pero pronto se dio cuenta de que había perdido su humanidad y su familia lo extrañaba.

"¿Cómo voy a volver a ser humano?", se preguntó Juanito angustiado mientras buscaba una solución al problema.

Fue entonces cuando conoció a una anciana sabia del bosque, quien le dijo que la única forma de revertir la maldición era demostrarle al árbol lobizón arrepentimiento y respeto. Juanito decidió hacer todo lo posible para recuperar su humanidad. Buscó el árbol lobizón y le pidió perdón por haberlo dañado. Le prometió cuidarlo y protegerlo siempre. "Siento mucho haber faltado el respeto.

Te prometo que nunca más volveré a hacer algo así", dijo Juanito con sinceridad. De repente, un rayo de luz iluminó el lugar donde estaban parados Juanito y el árbol lobizón.

La maldición comenzó a desvanecerse lentamente hasta que finalmente, Juanito volvió a ser humano. Desde ese día en adelante, Juanito visitaba regularmente al árbol lobizón para asegurarse de que estaba sano y fuerte. Aprendió la importancia del respeto hacia la naturaleza y cómo nuestras acciones pueden tener consecuencias inesperadas.

Y así, gracias a su experiencia como lobizón, Juanito se convirtió en un defensor del bosque Lilin Iker junto con todos los animales y plantas que vivían allí felices para siempre.

FIN.

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