El lobo amable
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de un espeso bosque, dos niños llamados Sofía y Mateo. Eran mejores amigos y siempre estaban buscando aventuras juntos.
Una tarde, mientras jugaban cerca del bosque, escucharon un aullido lejano que los hizo temblar de miedo. Era el aullido de un lobo que vivía en lo más profundo del bosque. Los niños sabían que debían tener cuidado con él, pero su curiosidad era más fuerte.
Decidieron explorar el bosque esa noche para ver si podían encontrar al lobo. Empacaron algunas provisiones y se dirigieron a través de los árboles altos y oscuros.
A medida que avanzaban por el bosque, la oscuridad se hacía cada vez más densa y los sonidos misteriosos llenaban el aire. Los niños caminaban despacio, agarrándose de las manos para no perderse el uno al otro. De repente, entre las sombras apareció una pequeña casa iluminada por una tenue luz.
Se acercaron cautelosamente y tocaron la puerta. "¡Hola! ¿Hay alguien ahí?", preguntó Sofía tímidamente. La puerta se abrió lentamente revelando a una anciana amable con ojos brillantes como estrellas.
"¡Bienvenidos! ¿Qué les trae por aquí esta noche tan oscura?", dijo la anciana con una sonrisa cálida. Sofía y Mateo le contaron sobre su búsqueda del lobo y cómo querían conocerlo aunque tuvieran miedo. La anciana asintió comprensivamente.
"El lobo puede ser peligroso, pero también es un ser viviente que merece respeto. ¿Están seguros de que quieren encontrarlo?"Los niños se miraron el uno al otro y asintieron con determinación. "Sí, queremos conocerlo", respondió Mateo valientemente.
La anciana les dio una dirección y los niños continuaron su camino hacia la guarida del lobo. Aunque temblaban de miedo, recordaron las palabras de la anciana sobre el respeto y decidieron enfrentar su miedo. Cuando llegaron a la guarida del lobo, encontraron al lobo solitario acurrucado en un rincón oscuro.
Tenía los ojos tristes y parecía estar herido. Sofía se acercó lentamente al lobo mientras le hablaba en voz baja: "No tengas miedo, estamos aquí para conocerte". El lobo levantó la cabeza sorprendido por las palabras amables de Sofía.
Los niños notaron que el lobo no era tan feroz como imaginaban, solo estaba asustado y necesitaba ayuda.
Con mucho cuidado, los niños curaron las heridas del lobo y lo llevaron a su casa para protegerlo hasta que estuviera completamente sano. Días después, cuando el lobo se recuperó por completo, los niños lo liberaron en el bosque donde pertenecía. El lobo les dio un último vistazo agradecido antes de correr hacia la libertad.
Sofía y Mateo aprendieron una valiosa lección sobre superar sus miedos y tratar a otros con bondad. Comprendieron que juzgar a alguien basándose solo en apariencias puede llevarnos a perder la oportunidad de conocer a alguien maravilloso.
Desde ese día, los niños siempre recordaron su aventura en el bosque y cómo un acto de bondad puede cambiar vidas. Y así, continuaron explorando el mundo juntos, listos para enfrentar cualquier desafío con valentía y compasión.
FIN.