El Lobo Amable y las Manzanas Mágicas



Había una vez en un bosque encantado, un lobo llamado Lalo. A diferencia del resto de los lobos que asustaban a los animales del bosque, Lalo era muy bueno y le encantaba salir a caminar por los senderos cubiertos de hojas doradas y disfrutar de la brisa fresca. Lalo tenía un gran amor por las manzanas; especialmente, le gustaban aquellas que crecían en la gran manzana mágica en el claro del bosque.

Un día soleado, mientras Lalo paseaba, decidió aventurarse aún más lejos de lo habitual. "Hoy voy a encontrar la mejor manzana del bosque", se dijo a sí mismo, con una gran sonrisa en su rostro.

Mientras caminaba, se encontró con una pequeña ardilla llamada Rita. Ella estaba tratando de alcanzar unas manzanas que colgaban de un árbol.

"¡Hola, Lalo! ¿Podrías ayudarme? No puedo llegar a esas manzanas tan altas", dijo Rita con un tono triste.

"¡Por supuesto, Rita!" respondió Lalo con entusiasmo.

Lalo se acercó al árbol y, usando su larga cola, alcanzó las manzanas y las recogió.

"Aquí tenés, amiga", le dijo mientras le pasaba las jugosas frutas.

"¡Gracias, Lalo! Me encantan las manzanas. Pero, ¿por qué siempre eres tan amable?" preguntó Rita intrigada.

"Porque ayudar a los demás me hace feliz".

Rita estaba tan agradecida que le propuso a Lalo que la acompañara a su casa a disfrutar de las manzanas. Lalo aceptó con gusto, ya que sabía que en casa de Rita siempre había juegos divertidos.

Pero mientras iban hacia la casa de Rita, se toparon con un grupo de animales que se veían apagados y preocupados. "¿Qué les sucede?" preguntó Lalo acercándose.

"Es que no encontramos nuestro hogar. Somos una familia de patitos y hemos perdido el camino", explicó uno de los patitos, temblando un poco.

"No se preocupen, podemos ayudarles!" aseguró Lalo, recordando que los patitos siempre nadaban cerca de un estanque muy bonito que conocía.

Lalo se dirigió hacia el estanque, y los patitos lo siguieron. Al llegar, se encontraron con un lugar familiar para los patitos, que aletearon de alegría.

"¡Gracias, Lalo! Eres el mejor!" dijeron todos a coro, ya que sus penas se habían disuelto.

La felicidad de los patitos contagió a Rita, quien también saltó de alegría. "Esto es genial, Lalo. Me gustaría que todo el mundo conociera lo amable que sos."

Poco después de dejar a los patitos en casa, Lalo empezó a preocuparse por el tiempo. Ya se hacía tarde y la luz del día comenzaba a desvanecerse. En su camino de regreso, se encontró con una anciana tortuga llamada Tula, que estaba atascada en un arbusto espinoso.

"Oh, Lalo, ¿podrías ayudarme, por favor? No puedo salir de aquí", pidió Tula con voz temerosa.

"No te preocupes, Tula. ¡Voy a ayudarte ahora mismo!" dijo Lalo, decidido a liberar a su amiga tortuga. Con cuidado, fue sacando a Tula de entre las espinas.

"Eres tan amable, Lalo. ¿Cómo puedo agradecerte?" preguntó Tula, una vez libre.

"Tu sonrisa es suficiente para mí", contestó Lalo felizmente.

Finalmente, al caer la tarde, Lalo llegó al claro donde se encontraba la gran manzana mágica, pero se dio cuenta de que ya no tenía hambre. Su corazón estaba lleno de alegría por haber ayudado a tantos amigos. Al mirar el hermoso árbol lleno de manzanas brillantes, decidió que debía compartirlas. Así que, ¡comenzó a invitar a todos los animales del bosque a una gran fiesta de manzana!

Esa noche, el claro se llenó de risas y música mientras todos disfrutaban de las manzanas. Algunos hacían tartas, otros jugaban y todos compartían historias. "¡Eres un verdadero héroe, Lalo!" exclamó Rita mientras mordía una deliciosa manzana.

Y así, el lobo bueno Lalo no sólo se convirtió en el rey de las manzanas mágicas, sino también en el amigo de todos los animales del bosque. Aprendió que la mayor recompensa de todas es ayudar a los demás y hacer que se sientan felices.

Desde ese día, nunca dejó de caminar por el bosque, siempre buscando nuevas aventuras, y ayudando a todos los que encontrara en su camino, saboreando manzanas junto a sus nuevos amigos. Y, por supuesto, siempre agachándose para tocarles el corazón a todos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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