El lobo bondadoso



Había una vez, en un hermoso bosque, un lobo llamado Sebastián. A pesar de ser un lobo feroz, Sebastián era muy trabajador y amable.

Vivía en una cueva al lado de tres chanchitos traviesos, un conejo saltarín, una tortuga sabia, un buho inteligente, una ardilla juguetona y muchas mariposas y aves que alegraban el bosque con sus cantos. A pesar de su buen corazón, todos los animales del bosque temían a Sebastián solo por ser un lobo.

Se alejaban de él y no querían compartir momentos juntos. Esto entristecía mucho a Sebastián, quien anhelaba tener amigos con quienes jugar y conversar.

Un día, mientras caminaba por el bosque en busca de bayas para el desayuno, escuchó sollozos provenientes de detrás de unos arbustos. Al acercarse con cuidado, descubrió al pequeño conejo llorando desconsolado. - ¿Qué te sucede, amigo conejo? -preguntó Sebastián con voz suave.

El conejo levantó la mirada sorprendido al ver al lobo frente a él. Tembloroso, le contó que se había perdido en el bosque y no encontraba el camino de regreso a casa. Sin dudarlo un segundo, Sebastián se ofreció a ayudar al conejo a encontrar su madriguera.

Juntos recorrieron senderos desconocidos hasta que finalmente llegaron al hogar del conejito. Agradecido y emocionado por haber encontrado ayuda en alguien tan inesperado como un lobo feroz; el conejo le preguntó a Sebastián si quería quedarse a tomar té con zanahorias.

Sebastián aceptó encantado la invitación e incluso trajo algunas bayas deliciosas que había recolectado durante su paseo matutino.

El conejo y el lobo compartieron una tarde maravillosa conversando sobre sus vidas y risas que resonaron entre los árboles del bosque. Poco a poco, otros animales del bosque comenzaron a notar la amistad entre el lobo y el conejo.

La tortuga sabia les recordó que no debemos juzgar a alguien por cómo luzca o por lo que digan los demás; sino por sus acciones y bondad en el corazón. Los días pasaron y Sebastián se convirtió en un gran amigo para todos los habitantes del bosque.

Los tres chanchitos lo invitaron a construir casitas juntos; la ardilla le enseñó divertidos juegos entre las ramas; las mariposas decoraban su cueva con colores brillantes; las aves tarareaban melodías mientras él trabajaba afuera.

Finalmente entendieron que la verdadera amistad va más allá de las apariencias o prejuicios; está basada en la empatía, comprensión y cariño mutuo. Y así fue como El señor Lobo Feroz encontró su lugar en el mundo rodeado de amigos que lo valoraban tal como era: ¡un buen amigo!

FIN.

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