El lobo bueno y el conejo
En un frondoso bosque de la Patagonia vivía un lobo muy especial. A diferencia de los demás lobos, él no disfrutaba cazar ni asustar a los animales del bosque. Su nombre era Benjamín, y su corazón bondadoso lo hacía sentirse diferente. A pesar de su apariencia intimidante, Benjamín siempre buscaba la forma de ayudar a los demás habitantes del bosque.
Un día, mientras deambulaba por el bosque, Benjamín escuchó un suave sollozo. Se acercó con cuidado y descubrió a un conejo llorando.
"¿Qué te sucede, amiguito?", preguntó Benjamín con voz suave.
El conejo, entre sollozos, explicó que había perdido su madriguera y no tenía dónde vivir. Benjamín, conmovido, se ofreció a ayudarlo.
"Tranquilo, amigo conejo, te ayudaré a encontrar un nuevo hogar", dijo Benjamín con una sonrisa reconfortante. Juntos, recorrieron el bosque en busca de un lugar seguro y acogedor para el conejo. Después de un largo día de búsqueda, encontraron una madriguera abandonada y la acondicionaron para que el conejo pudiera vivir allí.
A partir de ese día, Benjamín y el conejo se volvieron inseparables. Pasaban los días explorando juntos el bosque, ayudando a quien lo necesitara y demostrando que la amistad no entiende de diferencias.
Sin embargo, un invierno especialmente crudo azotó el bosque. La nieve y el hielo lo cubrieron todo, y los animales del bosque luchaban por sobrevivir. Benjamín y el conejo decidieron que tenían que hacer algo para ayudar a sus amigos.
"Debemos buscar comida y llevarla a los demás animales", propuso Benjamín.
El conejo asintió, y juntos emprendieron la tarea de recolectar provisiones. A pesar del frío y la adversidad, recorrieron el bosque en busca de alimento. Pronto, otros animales se unieron a ellos, conmovidos por su noble labor.
Al final, lograron repartir comida entre todos los habitantes del bosque, y la solidaridad los había unido más que nunca.
El invierno pasó, y con la llegada de la primavera, el bosque se llenó de vida y color. Benjamín, el lobo bueno, y el conejo se sentían felices viendo a sus amigos gozar de la alegría y la prosperidad.
Así, demostraron que la bondad, la amistad y la solidaridad son mucho más poderosas que la apariencia o los prejuicios. En ese bosque, todos aprendieron que, con un corazón bueno, se puede cambiar el mundo.
FIN.