El Lobo Bueno y la Zorrita Sabia



Había una vez, en un bosque frondoso y lleno de colores, un lobo llamado Leo. A pesar de su apariencia feroz con su pelaje gris y sus ojos amarillos, Leo tenía un corazón enorme y solo quería ser amigo de todos los animales del bosque. Pero todos lo juzgaban por ser un lobo, un animal salvaje.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Leo escuchó a algunos animales hablar en voz baja. "¿Viste al lobo? Ni se te ocurra acercarte, es peligroso!" - decían el conejo, la ardilla y la paloma. Leo se sintió muy triste al escuchar eso. "¡Pero si solo quiero jugar!" - pensó.

En esa misma mañana, Leo decidió dar un paseo hacia el arroyo. Allí, encontró a su amiga Zora, una pequeña zorrita de pelaje naranja. Zora siempre había creído en Leo y sabía que era diferente a lo que los demás pensaban. "Hola, Leo. ¿Por qué tan triste?" - le preguntó Zora.

"Todos me ven como un villano porque soy un lobo. No quieren jugar conmigo, Zora" - respondió Leo.

Zora, con una sonrisa, le dijo, "No te preocupes, Leo. A veces, la gente no ve más allá de lo que tienen frente a ellos. Tal vez seas un lobo, pero también eres amable y bondadoso. ¡Debemos mostrarles que estás bien!" -

Con esa idea en mente, Leo y Zora se pusieron a trabajar. Decidieron organizar un gran picnic en el claro del bosque e invitar a todos sus amigos. Leo pensó que si los animales lo veían ayudar a Zora y a los demás, quizás cambiarían su opinión sobre él.

El día del picnic, Leo trajo frutas, nueces y su especialidad: deliciosos pasteles de bayas. "¡Esto va a ser genial!" - dijo Zora, emocionada. Pero apenas llegaron al claro, el conejo y la ardilla comenzaron a murmurar otra vez. "¡No te acerques!" - gritó el conejo. "Es un lobo, ¡te va a comer!" - añadió la ardilla.

Leo, sintiéndose desanimado, se sentó en una roca y observó a los demás divertirse. Zora no se rindió. Se acercó a los animales, "Escuchen, chicos. Leo solo quiere ser su amigo. ¿Por qué no le dan una oportunidad?" - les dijo con firmeza.

Al principio, los animales se mostraban reacios, pero Zora ideó un plan. "Vamos a jugar a un juego. Si Leo gana, ustedes deben dejar de juzgarlo y darle una oportunidad. Si pierde, se alejará y ya no lo verán más" - propuso.

Los animales aceptaron el reto, algo inseguros. Así que comenzaron a jugar un juego de carreras. Se formaron grupos, y con dos silbidos del grillo, ¡la carrera comenzó! Todos estaban muy emocionados, pero Leo, en lugar de correr para ganar, decidió ayudar a las ardillas que se habían quedado atascadas entre las ramas.

"¡Vamos, yo los ayudo! No se preocupen, yo puedo hacer esto!" - dijo Leo. Los animales lo miraron sorprendidos al ver cómo, a pesar de la competencia, Leo se preocupaba tanto por ellos.

Finalmente, el juego terminó. Aunque Leo no ganó, todos se dieron cuenta del gran corazón que tenía. "Vimos lo que hiciste, Leo. No esperábamos que fueras tan amable" - dijo el conejo, un poco avergonzado.

Zora sonrió, "¿Ven? Leo solo quiere ayudarlos y jugar juntos. No juzguen a un libro por su tapa, amigos. ¡Hoy celebramos la amistad!" -

De a poco, los animales comenzaron a acercarse a Leo. "¿Te gustaría contarnos un cuento?" - le preguntó la ardilla. Leo, feliz, comenzó a narrar historias sobre su vida en el bosque, sus aventuras y cómo había llegado a ser tan bueno con todos.

Desde aquel día, el bosque puso a un lado los prejuicios. Leo se convirtió en un gran amigo de todos, siempre ayudando y compartiendo risas con Zora a su lado. Aprendieron juntos que no importa cómo se vea alguien, lo realmente importante es lo que hay en su corazón.

Y así, el bosque se llenó de amigos, risas y una amistad que nunca se olvidará. Los animales aprendieron a no juzgar a primera vista y a dar una oportunidad a aquellos que, aunque diferentes, pueden regalarles grandes sorpresas.

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FIN.

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