El lobo curioso y el pájaro solitario


En el corazón del bosque vivía un lobo llamado Lucas, un lobo muy curioso que siempre quería aprender cosas nuevas. Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó un bello silbido que venía de lo alto de un árbol. Intrigado, buscó con la mirada y vio a un pequeño pájaro solitario posado en una rama. Lucas se acercó al pájaro y le preguntó: - ¿Cómo haces para silbar tan bonito?

El pájaro solitario miró al lobo con curiosidad y le dijo: - Es muy fácil, solo necesitas encontrar un palo y afilar su punta. Luego, debes clavar el palo en el suelo y finalmente saltar a la punta del palo para lograr el silbido perfecto.

Lucas estaba emocionado. Nunca había intentado silbar, pero estaba dispuesto a aprender. Así que se puso en marcha en busca del palo perfecto.

Pasaron los días y Lucas recorrió gran parte del bosque en busca del palo adecuado. En su travesía, conoció a varios animales que le enseñaron lecciones valiosas: una ardilla le mostró cómo recoger nueces, un conejo le enseñó a saltar más alto y un zorro le dio consejos para camuflarse entre los árboles.

Finalmente, después de mucha búsqueda, Lucas encontró el palo perfecto. Con cuidado, afiló su punta y lo clavó en el suelo. El lobo se preparó para el gran salto, se concentró y con un impulso poderoso se elevó al cielo y se posó en la punta del palo. Sin embargo, en ese preciso momento, el pájaro solitario comenzó a reír.

- ¿Qué sucede? -preguntó Lucas confundido. El pájaro solitario entre risas explicó: - No necesitas hacer todo eso para silbar. Solo necesitas tener alegría en tu corazón y dejar que el viento lleve tu canción. El silbido viene del alma, amigo lobo. Lucas entendió la lección: el verdadero silbido no venía de malabares, sino de su propio corazón.

Juntos, el lobo y el pájaro solitario pasaron horas compartiendo sus canciones y alegría, enseñándose unos a otros nuevas formas de expresarse. Lucas descubrió que, a veces, las respuestas más simples provienen del amor y la conexión con uno mismo.

Desde ese día, el lobo embelleció el bosque con su canto, y su voz resonaba con el alma de todos los habitantes del bosque. Y el pájaro solitario ya no se sintió tan solo, pues había encontrado en Lucas un verdadero amigo con quien compartir su música.

Y así, entre silbidos y aullidos, el bosque cobró vida en armonía y alegría.

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