El lobo, el asador y el oso alebot



Érase una vez, en un bosque mágico, un castillo encantado donde vivía un lobo amable llamado Lucho. A pesar de su apariencia feroz, Lucho tenía un gran corazón y siempre buscaba hacer amigos. En el castillo, también vivía un oso llamado Alebot, que era un gran amante de la comida y tenía un talento especial para cocinar. Juntos compartían su hogar y disfrutaban de muchas aventuras.

Un día, mientras Lucho y Alebot estaban charlando sobre qué cenar, Lucho dijo:

"¿Por qué no hacemos una gran parrillada al estilo argentino?"

"¡Eso suena delicioso!" respondió Alebot, frotándose las patas. "Pero necesitamos más amigos para disfrutarlo. ¡Vamos a invitar a todos!"

Entonces, Lucho y Alebot comenzaron a preparar la mejor fiesta del bosque. Pero había un pequeño problema: en el bosque vivía un grupo de animales que no querían acercarse a Lucho. Tenían miedo de que, por ser un lobo, quisiera comerlos. Sin embargo, Lucho estaba decidido a demostrarles que era un amigo.

Al día siguiente, mientras Alebot estaba preparando las salchichas en el asador, Lucho fue a buscar a sus vecinos. Primero, se acercó a una familia de ciervos que pastaban en el prado.

"¡Hola, amigos! Estoy organizando una parrillada en el castillo y me encantaría que vengan. ¡Habrá comida deliciosa y mucha diversión!"

Los ciervos se miraron entre sí, nerviosos, y uno de ellos respondió:

"No sé, Lucho... No queremos ser parte de tu cena."

"¡No se preocupen!" Dijo Lucho, sonriendo. "No quiero comerlos, solo quiero ser su amigo. Estoy haciendo comida para compartir."

Los ciervos dudaron, pero finalmente aceptaron la invitación. Después, Lucho fue a visitar a un grupo de conejos que vivían cerca del arroyo.

"¡Hola, conejitos! Estoy organizando una parrillada en el castillo. ¿Quieren venir?"

Los conejos se miraron, asustados, y uno respondió:

"Pero, Lucho, eres un lobo. Nos da miedo que quieras atraparnos."

"¡No se alarmen! Estoy hablando en serio. Solo quiero compartir una deliciosa comida. También soy un gran contador de cuentos, si eso les interesa."

Al oír la palabra —"cuentos" , los conejitos se sintieron un poco más seguros. Decidieron ir a la fiesta.

Mientras tanto, Alebot había preparado un festín impresionante. Cuando llegó la hora de la parrillada, Lucho se puso muy contento al ver que sus nuevos amigos llegaron al castillo. Los ciervos, los conejos y otros animales del bosque se unieron a ellos.

"¡Bienvenidos, amigos! ¡Estoy tan feliz de verlos aquí!" exclamó Lucho.

"¡Gracias por invitarnos, Lucho!" dijeron los ciervos, mientras observaban con curiosidad a la gran parrilla.

La fiesta comenzó, y todos se sentaron en la gran mesa en el jardín. Alebot asaba las salchichas mientras Lucho contaba divertidas historias sobre sus aventuras en el bosque.

"Y entonces, un día me encontré con una tortuga que decidió hacer una carrera. ¡Pobrecita! Pensó que podía ganar. Y yo me reí un montón cuando se quedó dormida en el camino!"

Todos estallaron en risas y, poco a poco, el miedo que tenían hacia Lucho comenzó a desvanecerse.

Después de comer y disfrutar de las historias, llegó la hora de jugar. Lucho propuso un juego de escondidas.

"¿Quién quiere contar primero?" preguntó Lucho.

"¡Yo!" gritó Alebot, emocionado. Y así, todos comenzaron a jugar. Los ciervos, los conejos y hasta Lucho se turnaban para contar y esconderse.

Una de las ciervas, llamada Clara, estaba tan inmersa en el juego que se perdió en el bosque. Cuando se dio cuenta, empezó a asustarse.

"¡Lucho! ¡Ayúdame! No sé cómo volver!" gritó.

Lucho se percató de que su amiga estaba en problemas y, sin dudarlo, dijo:

"No te preocupes, Clara. Voy a ayudarte. ¡Sigue mi voz!"

Con determinación, Lucho salió corriendo hacia los árboles, guiando a Clara con su voz fuerte y clara. Finalmente, después de algunos minutos de búsqueda, Lucho encontró a Clara atrapada en un matorral.

"Aquí estás, amiga, ven, te ayudo a salir. ¡No te asustes!"

Con cuidado, Lucho la liberó y la llevó de vuelta al castillo.

"¡Gracias, Lucho! No sabía que eras tan valiente y amable!" dijo Clara, sorprendida y agradecida.

"Siempre estaré aquí para ayudar, porque ahora somos amigos."

Esa noche, todos en el castillo celebraron no solo la comida deliciosa, sino también el valor de la amistad y el entendimiento. Desde ese día en adelante, Lucho dejó de ser visto como un lobo temido, y se convirtió en el mejor amigo de todos los habitantes del bosque. Nunca olvidaron su primera parrillada, la noche en que se dieron cuenta de que los amigos pueden venir de los lugares más inesperados.

Y así, en el castillo encantado, el lobo, el asador y el oso, Alebot, vivieron felices, siempre listos para nuevas aventuras juntos.

FIN.

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